Capítulo 11

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Michelle Duvessa.

—Un gracias no estaría mal, Duvessa —habló Thomas.

Dale las gracias, no seas mal agradecida.

Bien.

—Te lo agradezco, Gethwine —tendí mi mano amablemente y él la recibió.

Me bajé de la camioneta y me dirigí directamente a mi casa, abrí la puerta y di un respingo, al ver que mi querido hermano menor me estaba matando con la mirada.

Si la miradas mataran yo ya estaría cinco mil metros bajo tierra.

—¿Que hacías? —inquirió, cruzándose de brazos.

—Nada que te importe —comenté indiferente.

—Le diré a papá que saliste de una camioneta muy sospechosa, seguramente estabas com un chico.

—Ay por favor tus pequeñas amenazas no me asustan, Amadeo Duvessa.

—¡Papá! —soltó de repente y entre en panico—. ¡Tu hija est...!

Le tapé la boca rápidamente y me miró confuso, le di un pellizco y me lo llevé a mi cuarto donde nadie nos pudiera oír, De repente, me lamió la mano con saliva.

—¡Iugggg! —corrí al baño a lavarme—. ¿No podías quitarla y ya?

—No, así es más divertido —se excusó.

Amadeo siempre fue el típico hermano menor que te acusa con tus padres cuando haces una travesura, pero nosotros teníamos un pequeño contrato. Si él no habla, yo no hablo.

También sé cosas de él. Así que, no le conviene en lo absoluto acusarme.

—No te diré mi vida, lo único que te puedo decir es que estaba en la biblioteca y me encontre con un compañero de clases me trajo —mentí serena.

—¿No sabes mentir? —cuestionó suspirando—. Claramente el que te trajo fue Thomas Gethwine, es el único chico en todo el instituto que tiene una camioneta de ese modelo.

Me quedé congelada, Amadeo sabía más de lo adecuado.

¿Ahora que le iba a decir?

—Bien, me atrapaste, te diré la verdad —dije—. Lo estoy ayudando en un informe y se ofreció en traerme y acepte. Punto.

—¿Eso fue todo? —rechinó —. Pensé que estaban saliendo.

Será imb...

—No le diré nada a nuestros papás.

Aleluya.

—Perfec...

—Pero.

Ay no.

—Quiero que me lleves al viaje de los Ángeles por el cumpleaños de Clarisse —dijo sonriendo.

¿Que demonios?

Sé que Clarisse estaba planeando algo por su cumpleaños, pero nunca me imaginé que sería un viaje de tres horas y media en auto. Esto tenía que ser una maldita broma.

—¿Que viaje? —cuestioné.

—Trajeron la invitación mientras no estabas y accidentalmente la abrí.

Chismoso.

—¿Donde esta? Entrometido.

—En la cocina y no me digas así.

—Ajá.

—Yo vivo y muero por el chisme.

Bajé las escaleras rápidamente y llegué a la cocina justo en la encimera estaba la dichosa invitación, la tomé y era rosa chillón, claramente si era de Clarisse, me concentre en su contenido y comencé a leer.

Erase una vez...Where stories live. Discover now