Capítulo 9

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"Las palabras están llenas de falsedad o de arte, pero las miradas es el verdadero lenguaje del corazón"

—William Shakespeare.

Michelle Duvessa.

Supongamos que el fin de semana fue un poco loco. Primero, a la mañana del sábado me desperté con una resaca de muerte y mis papás me abordaron con millones de preguntas. Segundo, anotaré en mi lista que jamás debo beber con Clarisse Spencer. Tercero, no recuerdo nada de lo que pasó esa noche, tampoco sé quién demonios me trajo a casa.

Lo único que recuerdo, es haber charlado con Thomas, a Clarisse ofreciéndome trago y a un vago en mi jardín.

Le escribí a mis amigas, pero Ada fue la única que me respondió, me dijo que el lunes me iba a poner al tanto de todo lo que pasó en esa fiesta.

Y hoy es lunes.

Y odio los lunes.

Llegué al instituto y encontré a las tres charlando enfrente de mi casillero, creo que me estaban esperando. Las tres me saludaron con una genuina sonrisa.

—¡Michelle querida! —saludó Clarisse—. Te estábamos esperando.

—Solo estaba discutiendo con mi hermano, sobre si ambos viaj... —traté de explicarme pero Ada me interrumpió.

—¿En serio, no recuerdas nada de la fiesta? —preguntó Ada.

—No señora, lo único que recuerdo es a esta degenerada —señalé a la rubia con la cabeza—. Ofrecerme un licor desconocido.

Jamás les iba a decir que había charlado con Thomas.

Vil mentirosa.

—¡Oye! ¡Más degenerada eres tú, que lo aceptaste! —interrumpió ofendida.

—Michelle no creerás lo que pasó en esa fiesta —informó Alessandra de brazos cruzados.

La intriga me estaba matando, no recuerdo que estupidez cometí.

¿Besé a alguien, ebria?

¿Gasté mi dinero en tatuajes?

Ahora que recuerdo, no encontré ningún tatuaje. Si hubiera tenido noventa dólares estando ebria, me hubiera tatuado como Jack Ross lo hizo.

—¿Que sucedió? —me preparé para la vergüenza.

—Alessandra se acostó con zanahorio —Clarisse habló tan rápido, que no pude procesar bien sus palabras.

¿Que?

Era de esperarse, ella ya quería ligarselo desde hace unos meses.

—¿Alessandra con Luca zanahorio? —intenté aguantar mi risa.

—¡Clarisse, se suponía que eso era la última parte! —gritó furiosa, la pelinegra.

—Ups...

Ups... —la imitó inmaduramente.

—Yo fui la única que no bebí —murmuró Ada—. Así que querrán escuchar la verdadera historia.

En ese momento tocaron el timbre para irnos a nuestras aulas, sentí desesperación. Sin embargo, podía aguantarme hasta la hora de comer. Nos dieron nuestras respectivas clases y corrí a la cafetería para escuchar el chisme.

El chisme era sobre mí, pero chisme es chisme.

—Bien Ada, ahora me contarás todo, con lujo y detalle —me senté frente a ella y esta suspiró.

Erase una vez...Where stories live. Discover now