Capítulo 7

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Michelle Duvessa.

Abrí la puerta de un balcón trasero de la casa del anfitrión, Thomas iba detrás de mí, sentía su mirada en mi nuca, intenté no demostrar mis nervios. Sinceramente, tenerlo tan cerca me provocaba algo en el estómago.

—Dime que quieres y por que me has estado rogando toda la semana —exclamo encontrándome con sus peculiares ojos mieles.

—Quiero que me ayudes con el informe de un libro —soltó rápidamente.

¿Eso era? ¿Es en serio?

Que vueltas da la vida, queridita.

—¿Me has estado molestando toda semana para eso? ¿Un informe que puedes sacarlo fácilmente por internet?

—Digamos, que me gustan hacer las cosas a la antigua.

—Ya veo —traté de ocultar mi asombro—. ¿Como se llama el libro?

Si era un libro de historia no lo ayudaría, no me gustan. Los leía en el instituto solo por los exámenes, yo era más de literatura romántica, bien sea juvenil o de otra época.

Darcy es mi favorito, si pudiera se lo quitara a Elizabeth.

—Antes de diciembre —respondió y yo estallé a carcajadas.

¡Literalmente, es uno de los libros juveniles más famosos!

Y uno de mis favoritos, por supuesto.

—¿No sabes nada de "Antes de diciembre"? Déjame decirte que es uno de los libros juveniles más populares. Ya veo que eres bruto —terminé, tratando de ocultar mi sonrisa.

—Odio leer y amo las matemáticas —comentó, con su perfecta sonrisa.

¿Perfecta sonrisa?

Ignore a mi mente y le respondí también con una sonrisa, pero la mía era totalmente falsa.

—Amo leer y odio las matemáticas —Thomas alzó las cejas por mi comentario.

—¿Me ayudarás o no? —soltó obstinado.

Si sigue con ese humorcito, juro que le lanzaré un libro de modales por su inútil cabeza.

—Claro que lo haré —su gesto se suavizó—. Pero, me tendrás que pagar.

—¿Cuánto pides?

—Cada clase, treinta y cinco dólares.

Noté en sus ojos confusión, pero al final Thomas accedió.

—Trato hecho —me ofreció su mano para cerrar el trato.

—Pero, con varias condiciones —alcé mi dedo índice, antes de estrechar su mano.

—Escucho —murmuró entre dientes.

Suspiré y recordé todo lo que escribí el día anterior.

—Todas las clases serán en la biblioteca local a las tres de la tarde, ni un minuto menos. No permito que me toques. Tendrás que leer el libro quieras o no, por lo menos hasta la mitad. No abra clases los fines de semana. Por último si llegas a hablar algo de esto, te dejo sin hijos.

Volteó los ojos y suspiró.

—Entendido, todavía quiero tener hijos.

—Bien, el lunes a las tres —dicho eso me fui del lugar, sin mirar atrás.

Encontré a Ada y Clarisse en la cocina, la única diferencia de ambas era, que Ada tenía una botella de agua y Clarisse una clase de líquido azul. Me sorprendió ver beber a la rubia, jamás lo hacía.

Erase una vez...Where stories live. Discover now