Capítulo 6

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Thomas Gethwine.

Nunca rogué por nada, siempre lo que pedía me lo daban. Pero con Michelle fue diferente, esa chica era difícil de convencer.

El martes, intenté hablar con ella, pero me mandó a la mierda.

Me sentía un completo idiota, por estar detrás de esa chica. Supongo, que todo esfuerzo tiene su recompensa.

—Necesito de tu ayuda —le dije poniéndome a su lado, en el pasillo.

—Vete a la mierda —reprochó.

—Te daré lo que me pidas.

—Vete. A. La. Mierda.

—No pien...

—Déjame en paz.

El miércoles me habló un poco más, a diferencia de los días anteriores.

Ella salía de la biblioteca, con montones de libros en sus manos, pero accidentalmente se tropezó y todos los libros cayeron al suelo, ví como suspiraba agachándose a recogerlos. volteé los ojos para ir a ayudarla.

—Yo puedo sola —dijo hostil.

—Deja que te ayude —digo amablemente.

—Si, claro.

¿Eso fue sarcasmo?

—Espero hayas notado mi sarcasmo —se levantó y me arrebató los libros de la mano —. No necesito que me ayuden y menos una persona tan desagradable como tú.

Se volteó y siguió con su camino. Basta, esta chica me saco de quisio, nadie y mucho menos ella me humillará.

—¿Tanto te cuesta ayudar a una persona? —solté molesto—. Ya no importa lo que te haya hecho en el pasado.

Dicho eso, solo suspiró y siguió con su camino. Ni siquiera me dio la cara.

Ayer, fue el peor día de todos, esa chica de verdad me odiaba, lo raro de todo, era que siempre me la encontraba cuando estaba sola.

Salía del baño, colocándose una clase de crema en sus manos y yo iba a clase de gimnasia. Así que la acorralé, ella intentó zafarse de mi agarre pero fue en vano. Quedamos lo suficientemente cerca, que pude sentir como su corazón latía a toda velocidad.

—¿Que haces? ¡Suéltame! —forzó, para poder escapar pero lo hacia en vano, yo tenía el triple de fuerza que ella. 

—Dime que si y te dejo en paz —le digo entre dientes.

—¡¿Tanto te duele que una chica te diga que no?!

—¿Que no entiendes? ¡Tu eres la única que me puede ayudar!

—¿Eres sordo o que? ¡He dicho que no!

—¡Tonta!

—¡Ridículo!

—¡Pesada!

—¡Imbécil!—dicho eso, me dio una patada en la entrepierna.

Dolía como la mierda, me senté en el suelo pegando mi cabeza a un casillero, pero me di cuenta, que ella no se había ido.

—Eso es para que aprendas a respetar a una dama —tomó mi barbilla para que la mirara—. Mañana en la fiesta de Luca, te daré mi respuesta.

—¿Que...? —mis palabras no salieron de mi garganta, por el dolor.

—Thomas, admito que disfrute muchísimo que me rogaras y ver como tu personalidad de chico malo quedaba en el suelo.

Erase una vez...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora