Capítulo 10

27 5 0
                                    

Cuando desperté al día siguiente, por un instante olvidé todo lo que había pasado. Durante unos cuantos segundos pensé en que iría a desayunar con mis padres y Alex y quizá esta vez yo le ganaría el duelo de piedra, papel o tijera. La fantasía se desmoronó cuando cuando reconocí que esa no era mi habitación sino una cabaña en un pueblo desconocido. Ya estaba solo cuando me incorporé mirando alrededor. No quería salir para encontrarme con esas chicas, pero sería peor quedarme por siempre encerrado en esa habitación. Para mi buena o mala fortuna, Shane se asomó pronto por la puerta con su semblante relajado y despreocupado como siempre.

—Sí estás vivo, teníamos miedo de que no lo estuvieras porque parecías un maldito tronco. Te diría buenos días, pero ya es muy tarde para eso. ¿Por qué no tomas una ducha para que podamos irnos? No creo que rojito soporte más comentarios sarcásticos y sinceramente tengo miedo de que pueda quemar la cabaña entera.

Pensé en decirle que no para que pudiéramos irnos antes, pero siendo totalmente honestos, sí la necesitaba, así que lo mejor que pude hacer fue apresurarme. Jaimie lucía aliviado al verme bajar por las escaleras y me besó la mejilla cuando me senté a su lado en esa mesita de madera. Ellas no estaban cerca, pero no tardarían mucho en aparecer así que comí lo más rápido que pude. Shane tomó, con completa naturalidad, una mochila que estaba colgada en un perchero, más grande que la suya, y la llenó de ropa, comida y agua.

Salimos del lugar, pero no pude alegrarme porque por fin nos íbamos cuando ambas chicas estaban de pie a orillas del camino, esperándonos. Jaimie y yo nos detuvimos en la dirección contraria. Mi lado educado me decía que debía decir gracias porque nos dejaron quedarnos y por la comida, pero sus miradas no me daban suficiente espacio para iniciar una charla trivial.

—Iremos con ustedes —explicó Chasydi—, lo quieras o no, eres un Kensington y ahora todos querrán tu cabeza.

—No confío en ustedes. —Mis palabras salieron antes de que pudiera pensarlas a fondo. Ninguna parecía interesada en mi opinión al respecto porque siguieron caminando. Al menos hasta que Shane les cerró el paso, con una mano en el mango de la espada.

—Muévete, Shane —amenazó la cazadora—, estás en deuda conmigo. Después de lo que hiciste, esto es lo menos que puedes hacer. Hay demasiada sangre en tus manos.

Y eso me llamó la atención, pero no creí que preguntar al respecto mejoraría las cosas. Pensé que Shane respondería con un comentario sarcástico o algún chiste, cualquier cosa con ese tono despreocupado que siempre usaba, pero en definitiva no esperaba que se girara a medias hacia mí para hablar tan serio como nunca pensé que lo escucharía.

—Dime que la mate y lo haré. Solo tienes que ordenarlo.

—Morirás antes de tocarla, Odjur —aseguró Shawnneta colocándose junto a Chasydi. Jaimie se puso al lado de Shane y de pronto los bandos se habían formado.

Habría sido fácil, solo tenía que decirle a Shane que acabara con ellas y me habría obedecido. Era sorprendente la cantidad de poder que tenía de pronto, pero no era capaz de terminar con la vida de alguien.

—No vendrán con nosotros —dije con firmeza— y eso es una orden.

Chasydi se rió muy fuerte, pero lucía más ofendida que divertida. No tuve demasiado tiempo de sentirme avergonzado por creer que me harían caso solo porque al parecer yo era un Kensington.

—Pequeño bastardo. ¿Te crees que puedes darme órdenes a mí? —preguntó dando un paso hacia adelante, pero Shane estaba ahí para cortarle el paso de nuevo.

—Chasydi, eres una Kalkwers, una leyenda. Después de los Kensington, ustedes son el clan más grande que ha existido y tienes mi respeto, pero si vuelves a hablarle de esa forma, voy a arrancarte la maldita cabeza.

KensingtonWhere stories live. Discover now