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Capítulo 10

El tiempo pasó con agobiante lentitud, encerrada donde estaba podía ver una fracción pequeña del jardín, así que su único consuelo era ver a los gemelos por unos minutos cuando salían a su paseo diario.

Llevaba seis meses en esa mansión, la mitad de ellos en compañía de los niños, y la otra encerrada, ya no la vigilaban las veinticuatro horas, aun así, siempre había alguien custodiando la puerta. Malik tampoco había vuelto, al menos no directamente a verla.

Las primeras semanas de su condena decidió aprovechar tanto como fuese posible la disposición de las hermanas Miller, Danielle le informaba de los gemelos y Duncan, Olivia siempre respondía a sus dudas sobre los hombres lobo. Así aprendió a diferenciar los aromas que desprendían cada uno de ellos.

Habilidad que fue de gran ayuda, sabía cuándo Malik estaba cerca de su celda, su aroma era inconfundible, hierva buena, pinos y césped recién cortado, le gustaba mucho su esencia, aunque era un recordatorio de su desgracia.

Se mueve de la ventana y la cierra, había estado nevando todo el día, Morgan le pidió alejarse o podría enfermar, pero no iba a cerrar su único contacto con el mundo, esa tarde los pequeños no salieron, o tal vez no logró verlos.

Camina hasta la tetera eléctrica que habían dejado para ella, prepara un té, sus huesos duelen, ahora se arrepiente, solo un poco, de no escuchar a la mujer, estaba congelada, ve sobre la mesita plegable su cena, no la había tocado, no le apetecía.

Una fuerte ráfaga de viento abre la ventana de un golpe, dejando entrar el frío, la luna brilla en lo alto del cielo, como vigilándola, el dolor se vuelve más intenso, aun así, avanza para poder cerrar correctamente la ventana, pero tan solo dar dos pasos le ha costado.

- ¿Qué sucede? - pregunta a la luna, aún siguen charlando por las noches, pero sigue sin respuesta, se dobla cayendo sobre sus rodillas, la taza de té se rompe derramando el líquido caliente a su lado.

Su visión se nubla, todo el cuerpo le duele, como si sus huesos se fracturaran, todos al mismo tiempo, rueda por el suelo, tratando de aliviar el dolor, pero es inútil.

-¡Ayuda! -quiere gritar, sabe qué hay un guardia frente a la puerta, pero su voz es estrangulada en su garganta, no puede hacerlo de nuevo, aunque trata de mantenerse despierta parece misión imposible.

Cree que morirá ahí sola, sus peores pesadillas se arremolinan en su mente, la vuelven presa del pánico y de dolor, llora sin poder contenerse, el dolor la atraviesa sin piedad, cuando cree que es todo, su puerta sale volando en pedazos, ya no escucha nada.

Cree ver a Duncan, examinándola, tratando de encontrar una herida, ella está segura de que debe estar desangrándose por alguna parte, el rubio se aparta casi de un salto, lo siente primero, antes de poder verlo, reconoce ese delicioso aroma que la había mantenido cuerda tanto tiempo.

El lobo negro, roza con su nariz su barbilla, haciéndola mover la cabeza, jadea de nuevo por el dolor, puede ver por la cercanía como el animal se sacude, moviendo su cabeza, como si pudiera sentir lo que ella, se recuesta a su lado, acunándola con su cuerpo, transmitiéndole calor.

No es consciente del tiempo qué pasa, le parecen horas, el dolor ha perdido intensidad, y ella ha dejado de llorar, se mantiene pegada al cálido cuerpo del lobo, se atreve a acomodarse para estar más cómoda, él no se mueve la deja hacer lo necesario para sentirse mejor, poco a poco se queda dormida.

...

Aun puede percibir su aroma, el calor abrumador que siente se debe a su cuerpo, la tiene rodeada, con sus grandes brazos, no se atreve a abrir los ojos, no quiere terminar con la tranquilidad que la rodea, pero es humana y tiene ciertas necesidades que le impiden seguir ahí, se libera de sus brazos con cuidado.

Se siente exhausta, aun puede sentir restos del dolor, camina casi a rastras hasta el baño. Decide tomar una ducha caliente, que la ayude a relajarse, cuando se mira al espejo casi no puede reconocerse, tan pálida, delgada y ojerosa, se viste ignorando su reflejo.

-Pensé que te habías marchado- el hombre sigue en su cama, la ha arreglado, alza la vista, su ceño se frunce al verla, se pone de pie, casi en dos pasos esta frente a ella. - ¿Qué...?

La sorpresa la interrumpe, la ha abrazado, la sujeta contra su cuerpo con fuerza, como si no quisiera perderla, como si fuese lo más importante para él, dejándola confundida.

-Lo siento tanto, perdóname- suena preocupado, sincero, ella lo abraza de vuelta, y lo deja ocultarse en el hueco de su cuello, como es su costumbre cuando lo tiene cerca.

- ¿A caso me envenenaste? - la pregunta lo sorprende, la aleja unos centímetros sin soltarla.

-No- sentencia- jamás lo haría- aparta un mechón mojado de su cara y lo acomoda tras su oreja, acariciando su mejilla en el proceso.

- ¿Y qué me pasó? - en su mente se desplegaban el sinfín de estudios médicos que debía hacerse.

-Aún no lo sabemos, nuestro doctor te revisó ayer, no encontró nada malo, te inyecto un tranquilizante para que pudieras dormir.

-Gracias- sigue sin soltarla, así que se atreve a recargarse sobre su pecho, siente que se tensa, está por apartarse, pero él la sujeta con más fuerza, relajándose apoya la barbilla en la cabeza de la pelinegra.

-Hoy vendrán algunas personas a verte, para revisarte, ¿estás de acuerdo?

-Sí- cree que está soñando, esta actitud no era normal, no sería la primera vez que sueña con él, con esa famosa relación que todos dicen que podrían tener - ¿Estoy soñando verdad? - hay una risa ligera que puede escuchar a través de su pecho.

-No.

- ¿Qué cambió?

-No estoy seguro, tal vez seguiré siendo un idiota después de hoy.

-Entonces disfrutaré de esto, solo por hoy.

-Solo por hoy.

AylaWhere stories live. Discover now