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Capítulo 1

El bosque siempre le pareció hipnotizante, se sentía atraía por aquella oscuridad, que solo podía ser iluminada por la luna, podía oler el aroma de los pinos con facilidad, pues aquel pequeño pueblo se encontraba rodeado por ellos, esperaba el autobús que la llevaría de vuelta casa, había tenido un turno de trabajo muy extenuante, sus pies estaban adoloridos y no estaba dispuesta a realizar la caminata de treinta minutos que hacía cada mañana.

-Recuerda mantenerte alejada, cariño- la señora Smith siempre le advertía lo mismo desde el primer día que había llegado- a los lobos les encanta llevarse jovencitas tan bonitas como tu- los ojos azules de la mujer acarician la cicatriz que se asomaba bajo su blusa.

-Lo haré, señora Smith- le responde con una sonrisa cálida, de esas que son tan comunes en ella- que tenga una bonita noche, la veré mañana- se despide de la dueña de la cafetería, cuando logra divisar aquella destartalada maquina que daba rondines por el pueblo todo el día, no había muchos autobuses pues era un pueblo muy pequeño, casi todos se conocían entre si.

Un aullido se escucha a lo lejos mientras la muchacha paga su pasaje al conductor, todos los pasajeros escuchan atentos, los más viejos posan sus ojos en la doctora, quien es detenida por el chofer.

-Manténgase alejada del bosque esta noche señorita, los lobos deben estar buscando presas nuevas- de nuevo la advertencia, ella solo asiente familiarizada con aquello, había vivido el tiempo suficiente allí para conocer las historias que se contaban.

Aquellas de mujeres recién llegadas o nativas del lugar a partir de los dieciocho que son seducidas por algún hombre lobo que las guiaba dentro del bosque cada luna llena, como la de esa noche, para no ser vistas  nunca más.

Ella estaba dispuesta a cumplir las dos promesas que hizo en los últimos quince minutos, no tenía deseos de internarse en el bosque a una expedición, por lo menos no esa noche, el cansancio estaba consumiéndola lentamente lo único que quería hacer era tomar una ducha calentita y tumbarse a dormir.

Un nuevo aullido se escucha, esta vez mucho más cerca, cuando está por entrar al edificio de tres pisos donde rentaba un pequeño departamento, se gira instintivamente para mirar el bosque que se extendía al cruzar la calle, invitándola a seguir aquel agradable aroma a pinos, césped y lluvia.

-Adentro niña, no te esperare toda la noche- es arrastrada por su casero, un muy malhumorado anciano, de piel bronceada y ojos casi negros, puede escuchar un gruñido, el hombre que la sostiene escupe a la acera, cerrando de un portazo.- Tu renta venció- ella lo sabía, saca del bolsillo de su uniforme el dinero para dárselo, ese antipático hombre no toleraba los retrasos, estuvo a punto de echarla varias veces cuando se atrasó tan solo un día.

-Que tenga una linda noche, señor Josue.- La peli negra no espera respuesta sube los dos pisos hasta su hogar, donde al fin puede sentirse en paz. Antes de dormir hace ese pequeño ritual de hablar con la luna, sobre su día, sus sentimientos y esperanzas.

...

Debe cubrir el turno nocturno esta vez, para suplir a su compañera, no le molesta pues supone un pago extra que bien le hace falta, esta tomando su tercer, ¿o cuarto?, café del día, con la esperanza de que la mantenga despierta.

-Doctora Wayne, se le solicita en el área de urgencias, doctora Wayne a urgencias- escucha por el altavoz del hospital, así que deja su bebida de lado, camina apresuradamente por los pasillos, hasta llegar a donde la solicitan, su mentor, el doctor Hugo le hace una seña para que se apresure a apoyar.

-Desconocido, en sus treintas, aparentemente atacado por un lobo- un escalofrío recorre su columna al ver al paciente, su rostro esta cubierto en sangre pero no parece haber daños significativos, salvo la cortada profunda en su ceja, su abdomen tiene las marcas de los zarpazos de la bestia, las pequeñas y ágiles manos de la chica se apresuran a curarlo, está inconsciente pero aún así se le aplican grandes cantidades de medicamentos que ayuden con su dolor y a mitigar cualquier infección.

-¿Puedes vigilarlo esta noche?- ella asiente, sorprendida aun por que el ataque no fuese tan grave como parecía, no hizo más que suturas y los resultados de sus estudios no mostraban daño a sus órganos internos, se queda en la habitación de aquel ser tan grande que hace parecer todo diminuto a su alrededor, incluida ella.

Mientras las horas pasan el majestuoso ejemplar de hombre va cobrando consciencia, ella se pone de pie tocando con cuidado sus brazos para intentar calmarlo, sintiendo como el fuego recorría su brazo hasta consumirla por un simple toque, confundida por la extraña sensación trata de apartarse, pero es detenida por una mano que se cierra en su brazo, atrayéndola más cerca, casi estando encima de aquel joven.

Trata con toda su fuerza de separarse antes de lastimarlo y abrir de nuevo sus heridas, pero la fuerza de él es mayor, hace uso de su otra mano tomándola tras la nuca para acercarla aun más, siente su calor en el cuello, estremeciéndose cuando escucha que aspira fuertemente.

-Al fin te encontré.- vuelve a olfatearla haciéndola vibrar sorprendida, confundida y con la terrible necesidad de que sus manos sigan tocándola, hasta que su  lado razonable toma lugar en su mente aclarando aquellos pensamientos bizarros, con agilidad mientras el hombre sigue con su rostro hundido en el hueco de su cuello estira un brazo, que ha logrado liberar, hasta oprimir el botón que administraría nuevos sedantes al paciente.

-Tranquilo señor se sentirá mejor cuando...- su voz se apaga cuando ve esos hermosos e intensos ojos azules, de una tonalidad oscura, es consciente del tirón que siente en el pecho, incitándola a terminar con la distancia qué hay entre ellos, se acerca inconsciente de sus actos, pero puede ver la confusión en su mirada tal vez por el efecto del medicamento o...

-¿Eres humana?- es lo último que dice antes de ser arrastrado a la inconsciencia una vez más, ella tiene el corazón desbocado y está sin aliento, como si hubiese corrido un maratón, no es consciente a plenitud de lo que ha pasado, pero hay una extraña necesidad de permanecer a su lado.

-Doctora- da un brinco al ser sorprendida tan cerca de su paciente- ¿él se encuentra bien?- se apresura a acomodar su uniforme asintiendo.

-Aun está sedado, necesita descanso y se mejorará pronto, mañana podrán llevarlo a casa- dice de manera amable, el rubio que la sorprendió le otorga una sonrisa cortés, se acerca hasta ella y le extiende una mano.

-Gracias por cuidar de mi amigo- su voz cálida, hace que ella se relaje después de lo sucedido, le sonríe de vuelta.

-Fue un placer- da un apretón a su mano, antes de presentarse- soy la doctora Wayne, Ayla Wayne, si necesita algo puede pedirle a las enfermeras que me llamen.

El rubio asiente tomando su lugar al lado de la cama, centrando su atención en el peli negro, decide alejarse aun en contra de su cuerpo que solo quiere sentir de nuevo ese abrazador calor junto al hombre de cabellos oscuros.

AylaWhere stories live. Discover now