INTRODUCCIÓN

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La vida no era sencilla en el lejano año de mil ochocientos ochenta. La época victoriana, como sería llamada en el futuro debido al extenso reinado de la reina Victoria, estaba experimentando una serie de cambios, culturales, políticos, económicos, industriales y científicos que en un principio no habían sido fáciles de digerir. La gente, como es normal, temía a los cambios pues los resultados que estos pudieran tener eran inciertos.

Al inicio de la época, el Reino Unido solo era una enorme extensión territorial dedicada principalmente al trabajo agrario, sin embargo, para el año mil ochocientos ochenta, el país se encontraba altamente industrializado y gran parte de su territorio estaba conectado por una red ferroviaria que año con año seguía expandiéndose.

Pero aún y con todos esos extraordinarios cambios presentándose como una alternativa altamente favorable para una vida mejor, las clases sociales seguían existiendo, constituyendo así, un marcado énfasis en donde los más afortunados de la fraccionada sociedad inglesa, eran las familias con apellidos de abolengo y con grandes sumas de dinero que no hacían más que respaldar su ostentoso estatus social.

Tener un buen apellido era sinónimo de pertenecer a una familia distinguida y respetada. Un buen apellido distinguía a una persona del resto de la sociedad. Un buen apellido asignaba un valor monetario a la persona. Sin embargo, muchas veces, en el exclusivo seno familiar, las humillantes verdades eran el pan de cada día.

- Lo único bueno que nos dejó tu padre fue nuestro respetable apellido Ackerman – la voz exaltada de Kuchel se escuchó por toda la habitación de su hijo – entiende que eres el único disponible para desposar al apreciable y distinguido señor Jaeger y así salvar a nuestra pequeña familia de la miseria.

- Mikasa sería la más apropiada, ella si sueña con casarse – replicó Levi con enfado, se negaba a creer que estuvieran metidos en aquella miserable situación.

- Tu hermana apenas tiene ocho años Levi, no puedes ser así de insensible – criticó su madre – tu hermano mayor ya está casado y tiene su propia familia que mantener, no puede ayudarnos tanto como él quisiera, además, que el señor Jaeger y tú sean hombres ya no está mal visto, hemos avanzado mucho como sociedad.

- Nada es mal visto solo cuando a las familias les conviene – Levi cruzó los brazos mirando retadoramente a su progenitora – sin embargo, los menos afortunados no pueden tener ese tipo de relación ¿Cierto madre?

Encolerizada, Kuchel abofeteó a su hijo. Ella sabía perfectamente bien que el hecho de que hubiera escogido un hombre para que pudiera desposarse, no era problema para Levi. Su segundo hijo tenía gusto por los hombres, solo que desgraciadamente se había fijado en quién no debía. Levi Ackerman estaba enamorado de un miserable y pobre hombre de clase baja que se dedicaba a limpiar corrales de vacas y que encima había sido adoptado por los dueños de la granja en la que trabajaba. Era evidente que de ninguna manera iba a permitir que su hijo se enredara con aquel sujeto que nada le podía ofrecer más que penurias y desgracias.

- Nada puede pasar entre Farlan y tú ¿Lo entiendes Levi? – advirtió Kuchel – mañana por la noche el señor Jaeger vendrá a conocerte y deberás mostrarte agradable y agradecido – informó la mujer.

- ¿Agradecido de qué? – preguntó el joven con evidente molestia.

- El señor Jaeger conoce muy bien nuestra precaria situación y aun así está dispuesto a casarse contigo de igual forma – respondió su madre – él además tiene la intención de ayudarnos a tu hermana y a mí, y claro, todo lo que tú quieras lo tendrás a tu entera disposición – los ojos de Kuchel brillaron ante aquella situación.

- Y si ese señor Jaeger es tan espléndido ¿Por qué no te casas tú con él? – el temperamento temerario y rebelde de Levi no menguaba a pesar de haber recibido un golpe por parte de su madre.

- Apenas han pasado un par de meses desde la muerte de tu padre ¿Cómo crees que la gente verá mi matrimonio con otro hombre? – la indignación se podía escuchar en la voz de la mujer.

Levi apretó la mandíbula. Su madre tenía razón al decir que como sociedad habían avanzado mucho, sin embargo, solo era para cosas que realmente representaran un beneficio. Dejarle a él la responsabilidad de salvar el apellido Ackerman y encima mantener a su familia, era un paquete muy grande. ¡Él ni siquiera conocía al dichoso señor Jaeger! Solo había escuchado su apellido muchas veces de boca de su padre y sabía que pasaba ya de los treinta años, ¡Por el amor de Dios! él apenas había cumplido veinte, no era justo entregarlo a un hombre que nunca había visto en su vida.

- Esto no es justo – soltó Levi más decepcionado que enojado – no quiero casarme con un hombre que es mayor que yo por muchos años y que encima no conozco.

- La vida no es justa Levi – indicó su madre acercándose a él – yo tampoco quería casarme con tu padre, pero después puedo asegurarte que fuimos muy felices juntos, él también era mucho mayor que yo, cuando nos casamos él tenía treinta y ocho y yo dieciséis.

- ¿Y quieres hacer conmigo lo mismo que hizo tu padre contigo? – el joven no quería dar su brazo a torcer, él no quería aquel matrimonio, prefería ser pobre y estar, aunque fuera a escondidas, con Farlan el resto de su vida.

- Lo harás porque sé que no abandonarás a la familia y porque sé que querías mucho a tu padre como para permitir que el apellido que nos dio se vea envuelto en la miseria – susurró la mujer.

Levi se suavizó. Su madre tenía razón, su familia era muy importante para él y había adorado a su padre como a nadie en el mundo, para nada querría que su progenitor, desde el cielo, se sintiera decepcionado de él. Pero era su vida, y no quería condenarse a vivir a lado de un hombre al cual claramente no amaba ni amaría nunca.

- Me estás condenando a una vida desdichada madre, espero que eso te haga feliz – Levi bajó los brazos dándose por vencido. Kuchel se acercó, tomó el rostro de su hijo entre sus manos y besó su frente.

- Puede que ahora veas esto como lo peor que puede pasarte en la vida Levi, pero te puedo asegurar que no será así, tú serás muy feliz y yo podré morir en paz.

Todos los créditos a AdrianaJongcheveevat quien amablemente me dió permiso de adaptar su historia

Amor Forzado - EreriWhere stories live. Discover now