5. La criatura (Parte Uno)

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No debiste haber tomado es estúpido libro.

Esa frase comenzó a escucharse en mi cabeza haciendo eco.

Rojo.

Ese era el único color que mis ojos alcanzaban a ver y el que seré capaz de recordar hasta el fin de mi existencia.

Esto es lo que pasa cuando no piensas antes de actuar.

La sangre escurría por las paredes formando pequeños charcos rojos esparcidos por casi todo el lugar. El mantel, que recordaba blanco, ahora es de color carmesí y el suelo de la cocina, el lugar en el que tantas horas pasé sentada hablando con mi madre sobre cosas sin mucho sentido, solo es un mar de sangre en el que navegan los cuerpos sin vida de mis padres.

Fue tanto el shock del momento que nisiquiera había notado el hedor nauseabundo que emanaban los cuerpos y ese asqueroso olor metálico de la sangre que tanto he odiado desde que tengo uso de razón.

Juraría que vi una sombra saliendo por una de las ventanas abiertas. Pero seguramente fue una alucinación causada por el pánico del momento.

La cabeza comenzó a dolerme demasiado y mi visión se nubló. No soy capaz de recordar la última vez que lloré. Solo sé que fue hace mucho tiempo.

Siempre he aparentado ser una persona fuerte a pesar de estar rota en mil pedazos en el interior.

Siempre he sido la amiga a la que todo el mundo le cuenta sus problemas y que da consejos para que los resuelvan.

Siempre he sido el apoyo de los demás sin pedir lo mismo, o cualquier otra cosa, a cambio.

Y ahora, cuando la que necesita que la consuelen soy yo no hay nadie aparte del chico que creo que me odia por razones que no conozco.

Mis mejillas se humedecián más a cada segundo que pasaba.

Damien puso su mano en mi hombro.

—Tomemos tus cosas y vayámonos de aquí.

—¿Irme? -mi voz se quebró— ¿Acaso estás loco?

Y habla la que escucha voces en su cabeza.

—Evelyn.

—¿Qué?

—Debes... debes superar esto —dijo con la misma voz neutral con la que habla siempre.

Tu nuevo amigo es la persona con más tacto que he conocido en mi vida.

—¿Superarlo? ¿Y ahora de qué rayos estás hablando? ¿No ves que...?

—¡Evelyn! Nos iremos a la mansión y mañana no recordarás nada de esto, te lo aseguro.

Intenté hablar pero en lugar de palabras lo único que salieron fueron sollozos.

¿Es que acaso él no tiene corazón?

O quizás no sabe cómo consolar a alguien tan patética como tú.

Patética.

Esa es la razón por la que nunca lloro.

No quiero que me vean débil y frágil para que se apiaden de mí.

No quiero que vean lo patética que soy.

Me puse de rodillas en el suelo sin importar que me manchase de sangre el pantalón. Damien se arrodilló a mi lado.

¿Por qué a veces se comporta como alguien sin corazón y luego se preocupa por mí?

Sus bruscos cambios de personalidad están comenzando a hacer que me maree más de lo que estoy.

Engaños mortalesWhere stories live. Discover now