10. Cuento para dormir.

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Para evitar que los recuerdos nos consuman debemos enfrentarnos a ellos de vez en cuando.

Anónimo

DAMIEN

—Una pregunta a la vez —le advertí a Evlyn cuando la vi tomar aire y exalarlo con brusquedad abriendo la boca para empezar a preguntar.

Tosió un poco y me miró enfadada.

—Lo sé.

Enarqué una ceja.

—No se nota.

—No se nota —repitió burlándose y haciendo una mueca.

—Creo que esto no va a funcionar. Eres demasiado insolente —dije mientras me levantaba.

—¡No, espera! —me pidió— ¿Y si me lo cuentas todo de golpe? ¿No sería mejor?—preguntó desesperada, mordiendo su labio inferior.

Volví a sentarme.

—¿Aguantarás?

—Sí —dijo decidida.

Esbozé una sonrisa de medio lado.

—Lo dudo. Pero intentémoslo.

Su mirada se iluminó.

Probrecita, su inocencia y estupidez son adorables. Si fuese otra persona sentiría lástima por ella.

—Aunque no quieras escuchar más, seguiré hablando.

—Está bien.

Entrecerré los ojos un poco para adaptarme a la oscuridad de la noche.

—¿Estás... temblando?

Se removió incómoda.

—No. Solo... cuenta la dichosa historia —dijo eso último de forma apresurada, intentando evadir mi pregunta.

Suspiré.

—Bien —tomé una enorme cantidad de aire y la solté lentamente—. Había una vez...

—¿Me vas a contar un cuento para dormir? —preguntó haciendo una mueca graciosa.

—Es mi historia, la cuento como se me de la gana ¿la quieres escuchar o no?

—Vale, vale. Sigue.

—Había una vez una princesa...

—Ah, ¿porque hay princesas?

Apareció un tic en mi ojo derecho.

—Deja. De. Joder. Tanto.

Hizo un gesto de "ya me callo" y me miró atentamente como una niña pequeña a la que le están a punto de comprar todos los dulces y juguetes que quiere.

—Había una vez una princesa que era muy amada y querida por todos. Su nombre era Melanie. Siempre se preocupaba por el bienestar de los habitantes de su reino y estaba al tanto de que no les faltara nada.

>>Adoraba soñar despierta y leer. Su imaginación era tan grande que podría haberse comido el mundo con ella si así lo hubiese querido.

>>Su único defecto era que no podía amar a nadie de forma romántica.

—¿Por qué?

—De pequeña nunca le enseñaron qué era el amor.

>>Sus padres viajaban a varios reinos vecinos desde que ella tenía corta edad y la dejaban sola en el palacio, rodeada de todos los libros de la biblioteca, siendo ellos su mejor compañía.

Engaños mortalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora