14. Cinco minutos para salvarnos.

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"Somos como islas en el océano, separados en la superficie y conectados en lo profundo."

William James

ROWEN

Son muchas las diferencias que existen entre un humano normal y yo. La más notable es que ellos necesitan que un corazón lata dentro de su cuerpo y bombee sangre para que puedan vivir, mientras que el mío es simplemente un adorno, porque no me es necesario.

Por eso se lo daría a Evelyn.

Tomé aire. Solo tenía cinco minutos. Si en cinco minutos no lograba hacer completo el ritual, ambos moriríamos.

Cerré los ojos.

Murmuré el hechizo, notando su efecto inmediato.

Mis uñas se volvieron mucho más largas, más bien, eran garras.

Rozé con las garras de mi mano izquierda el lugar donde se debía encontrar mi corazón, por debajo de la piel y con las garras de la mano derecha el lugar donde seguramente estaba el corazón de Evelyn.

Atravesé mi pecho y el de ella al mismo tiempo, y apreté los dientes con fuerza para contener el grito de dolor que amenazó con salir.

Las gotas de sudor comenzaron a correr por todo mi cuerpo, debido al esfuerzo que estaba haciendo.

Debía concentrarme. Ignoré todo el dolor, centrándome solamente en los latidos de mi corazón entre mis dedos y en como, unos segundos más tarde, dejó de latir para que el corazón de Evelyn comenzara a hacerlo cada vez más rápido.

Saqué las manos y respiré de forma agitada durante un par de minutos.

Suspiré aliviado cuando ambas heridas cicatrizaron rápidamente.

Fui a abrir la puerta a pesar de que apenas y podía mantenerme en pie.

Damien y Frederick entraron.

—¿Cómo está? —preguntó Damien, agitado.

Intenté disimular mi expresión de molestia.

Yo era quien había donado su propio corazón.

¿Ne debería haber preguntado primero cómo estaba yo?

—Tiene un corazón latiendo dentro de su pecho —dije, simplemente y opté por ser más específico cuando noté que su expresión de preocupación no disminuyó—. Pronto despertará.

Cuando dije eso, él se acercó a la cama.

—¿Y tú? ¿Cómo te sientes? —cuestionó Frederick.

Él siempre se había preocupado por mí.

Esbozé una pequeña sonrisa.

—Mejor de lo que me veo.

Me acerqué con lentitud a la cama, con Frederick caminando a mi lado.

Evelyn abrió los ojos lentamente y nos miró.

—¿Qué fue lo que me pasó? —preguntó débilmente, a ninguno en específico.

Abrí la boca para explicarle con calma lo que le había ocurrido.

—Moriste —le contestó Damien, no podía tener tacto al menos una vez en su vida.

Contuve las ganas de golpearlo y rodé los ojos.

—¿Estoy en el cielo?

Fue Damien el que rodó los ojos en ese momento.

—¿Nos ves pinta de santos o algo semejante a ellos?

—No.

—Entonces, saca tus propias conclusiones.

Engaños mortalesWhere stories live. Discover now