Draco Malfoy jamás esperó desarrollar sentimientos en Hogwarts, mucho menos por una hufflepuff un año mayor que él; pero ahí estaba, sintiéndose como un tonto vulnerable cada vez que ella se encontraba cerca.
Pero, ¿por qué todo debía ser tan difíci...
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Mortífagos.
Los Weasley, los Diggory, Harry, Hermione y Camille llegaron finalmente a sus lugares; esta última había vuelto a ensimismarse en sus pensamientos luego de ver al chico con quien había comenzado una buena relación de amistad durante las vacaciones.
Ella simplemente no sabía cómo sentirse con respecto a lo que había sucedido hace pocos minutos atrás, había oído tantas veces sobre la familia de Draco, sobre lo egoístas, arrogantes y despreciables que podían llegar a ser, pero las actitudes que el hijo de aquella pareja le había dejado ver durante poco más de un mes la habían hecho creer que solo habían sido rumores avivados por la gente que se dejaba llevar por el prejuicio. Sabía que su relación con la familia Weasley no era buena, pero eso era algo que iba y venía de ambos lados, o al menos así lo veía ella por la forma despectiva en la que Fred, George y Ron se expresaban sobre ellos cada que tenían oportunidad, y también había podido presenciar algún que otro roce del chico Malfoy con Ronald durante las veces en que se lo cruzaba por los pasillos de Hogwarts sin mediar palabra. Ella tenía muy presente que Draco era un supremacista por culpa de la crianza de sus padres, pero no se imaginaba que el padre de Draco llegara al punto de amenazar a un simple niño. ¡Por favor, Harry tenía la edad de su propio hijo!
Sintió los brazos de su amado rodeándole los hombros en un acto de apoyo, Cedric no entendía qué era lo que le había afectado tanto a su novia, pero notaba que no era el momento para hablarlo, por lo que prefirió ofrecerle su apoyo en silencio, y ella lo agradeció de la misma forma, llevando sus manos hasta las impropias para entrelazar sus dedos con los de él, evitando que se separara de su cuerpo. De cierta forma se sentía segura entre sus brazos, tan segura como no se había sentido en mucho tiempo, asique logró estabilizar sus emociones justo para cuando la señora Weasley habló, sacando a ambos tejones de su momento íntimo.
—¡Camille, querida! Apenas tuve la oportunidad de conocer a la niña de quien mis gemelos hablan tanto y resulta que tienes agallas, ¿seguro que no eres una gryffindor? —la mujer de mediana edad se abrió paso entre sus hijos para alcanzar a la castaña, tomándola de las manos. Se giró abruptamente para mirar a los nombrados, alzando las manos de la chica, como señalándola. —¡Este es el tipo de mujer que deben traer a casa muchachos! —aquél comentario la había hecho enrojecer de la pena, y la señora puso nuevamente su atención en ella. —Una líder que pueda hacerle frente a idiotas como Lucius Malfoy.
George había soltado una carcajada que normalmente sería acompañada por la de su hermano, pero este se había limitado a sonreír y desviar la mirada al campo de juego, con un leve sonrojo cubriéndole las mejillas, el cual solo había sido notado por su hermanita menor.
—Cariño, deja a la pobre chica, la estas avergonzando... —Arthur había tomado la palabra desde el otro extremo.
—¿Por qué se avergonzaría por sugerir que debería salir con mis niños? —Preguntó la señora frunciendo el ceño al oír las palabras de su esposo. —¿A ti no te gustaría salir con alguno de mis gemelos, Camille? —preguntó la mujer. —O también esta el pequeño Ron... —agregó en voz baja, haciendo que este abriera sus ojos como platos, avergonzado, y que la pequeña Granger frunciera el ceño levemente.
