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Moody y las Maldiciones Imperdonables

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Moody y las Maldiciones Imperdonables.

Camille.

La noche anterior había sido toda una locura con la cantidad de anuncios que se habían hecho a lo largo del festín, sumando a eso la inesperada llegada de Aleksander a Hogwarts, con el cual estaba algo molesta debido a que no me había comentado nada sobre sus planes de mudanza, pero igual estaba feliz al saber que podría compartir el resto de mis años escolares con el que era mi mejor amigo.

Ahora mismo estaba en el baño compartido dentro de mi recámara intentando peinar mi cabello de forma decente para comenzar el día, lamentablemente sin tener éxito gracias a que no podía utilizar mi brazo izquierdo de forma correcta. Solté un bufido, me sentía una inútil, ni siquiera podía hacerme una estúpida coleta sin necesitar ayuda.
Después de varios intentos fallidos decidí dejármelo suelto, mi primera clase comenzaría en menos de quince minutos y yo aún no estaba lista; tendría mi primer clase de DCAO de la mano del profesor Moody, a primera hora, el primer día de mi quinto año, y tenía un buen presentimiento sobre el renombrado ex-auror a pesar de los malos comentarios que recibió por varios alumnos luego de su presentación. Compartiría dicha clase con Diana, la cual ya se había ido de nuestra habitación hacía casi una hora, al ser la nueva prefecta de Hufflepuff tendría su agenda más ocupada de lo usual teniendo que levantarse extremadamente temprano en mi opinión, solo para llegar a las reuniones matinales, realmente agradecía no tener que cargar con aquella responsabilidad.

Al salir del baño pude ver el cuerpo durmiente de Patricia y sentí envidia, ella tenía su primera clase luego del almuerzo por lo que se podía quedar durmiendo hasta tarde; podría haberla despertado para pedirle ayuda para peinarme y ella lo hubiera hecho sin problemas, pero no quería molestarla, era su sexto año y estaba demasiado ansiosa como para andar pidiéndole pequeños favores. Habíamos estado hablando con ella durante la noche en lo que Diana descansaba, más que nada sobre el torneo y lo absurdo que nos parecía inscribirse en él sabiendo que existía el riesgo de salir muy mal herido, e incluso muerto; Patricia me había platicado también que el año anterior había estado leyendo en la biblioteca y en uno de los libros había encontrado información acerca de las pasadas fechas del Torneo de Los Tres Magos, y que luego de leer acerca de los riesgosas que podían llegar a ser las pruebas se le habían quitado cualquier ánimo de competir por la dichosa gloria aunque tuviese la edad suficiente para hacerlo.

El Ministerio de Magia había decretado durante el torneo solo podrían participar los alumnos mayores de diecisiete años, lo cual había producido la queja de muchas personas presentes en el comedor, pero la verdad es que a mi me parecía lo más correcto. Por otro lado Dumbledore tenía el trabajo de crear un hechizo para evitar que cualquier persona menor de la edad requerida colocara su nombre en el cáliz, pero ya había corrido el rumor de que los gemelos Weasley tenían pensado sobrepasar esta regla a como dé lugar.
El director también había comentado que el tiempo límite para poner tu nombre dentro del cáliz sería desde ese momento en el comedor hasta el 30 de octubre, razón que me tenía un poco ansiosa ya que Cedric cumpliría la edad necesaria antes de esa fecha, y aunque sabía perfectamente que él no era un idiota, no podía decir lo mismo de algunos de sus amigos, lo cuales seguramente intentarían convencerlo para competir al no poder hacerlo ellos; solo esperaba poder ser lo suficientemente convincente para que mi novio no realice una locura.

Hold Me | Draco MalfoyWhere stories live. Discover now