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Prólogo

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Prólogo.

Inicio del ciclo lectivo en Hogwarts, 1991.

—El momento llegó, síganme. —ordenó la mujer que parecía tener un cargo de importancia en la escuela. Las puertas se abrieron por sí solas y todos comenzaron a seguirla.

Una bonita niña de doce años caminaba tímidamente detrás de una gran cantidad de niños un año menor que ella, admirando el gran lugar en el que se encontraba con ojos llenos de esperanza y con una pequeña sonrisa decorando sus labios, paseando su curiosa mirada por las cuatro mesas llenas de alumnos que habían en aquel comedor, había oído hablar de Las Casas de Hogwarts en el pasado: Gryffindor, la casa de los valientes. Ravenclaw, la casa de los sabios. Hufflepuff, la casa de los justos. Y Slytherin, la casa de los ambiciosos. Mentiría si dijera que no estaba ansiosa por saber cuál sería su casa por el resto de sus años allí.
Ella había sido transferida a Hogwarts desde el Instituto de Magia Durmstrang, en Escandinavia, donde comenzó a estudiar apenas el año anterior; lamentablemente tuvo que mudarse a Inglaterra y dejar atrás a los pocos amigos que pudo hacer en esos meses de su primer año. Había acabado el año con las mejores notas de su generación, por lo que entrar en Hogwarts no le daba especial terror.

Entre las mesas frente a ella una llamó particularmente su atención, lo cual fue notado por algunos de sus estudiantes, quienes le sonrieron a modo de saludo, lo que la hizo sentirse un poco más calmada y segura. Uno de ellos en específico, castaño y de ojos grises, le dedicó una pequeña reverencia acompañada de una sonrisa alegre que le hizo sonrojar; oh por Merlín, no podía ser cierto que fuera su primer día en aquella escuela y ya sintiera un flechazo por un chico claramente mayor. Negó rápidamente para sí misma para quitarse aquella idea de la cabeza y volvió a prestar atención al discurso que había comenzado hace poco.

Poco a poco la cantidad de jóvenes que quedaban en la multitud se fue reduciendo, la lista iba por orden alfabético, y aunque su apellido comenzara por S ya se le había explicado que ella sería la última en ser llamada por ser la única chica transferida en aquél año. Ya habían pasado cerca de treinta minutos y comenzaba a aburrirse de esperar, mientras miraba el suelo jugaba con la punta de sus pies, balanceándose suavemente de atrás hacia adelante y perdiendo el equilibrio por un momento, lo que le hizo propinarle un golpe leve a la persona frente a ella.

—¡Lo siento! —dijo en un susurro, congelándose por un momento con las manos alzadas en "señal de paz"; el chico frente a ella se volteó y le miró con una expresión de molestia, lo que le hizo sentir incómoda por su torpeza. Suspiró por lo bajo y justo en ese momento llamaron a la persona que estaba delante suya, a quien había empujado hacía unos segundos.

Draco Malfoy.
Ese nombre fue el que llamó la mujer de mediana edad que se encargaba de colocar el sombrero en la cabeza de quienes se sentaban en la silla a su lado. El niño era un poquito más bajo que ella y tenía el cabello de color rubio platinado bastante corto y engominado, parecía que lo había chupado una vaca; ese pensamiento le hizo reír. Draco se sentó sobre la silla y cuando la señora bonita, como la había apodado Camille en su mente, iba a ponerle el sombrero este gritó de inmediato, sin siquiera tocarlo. —¡SLYTHERIN!

—Yo sé que todos los magos perversos han estado en Slytherin. —escuchó decir a alguien cerca de ella pero muy por lo bajo, siendo tapado por los gritos de celebración de los alumnos de dicha casa. Ella había oído algo similar por parte de sus compañeros en Durmstrang, cuando les contó que se mudaría a Inglaterra y estudiaría en Hogwarts.

Buscó entre las personitas cercanas a ella a quién le había pertenecido ese comentario, dando con una cabeza de color zanahoria a quien poco después pudo poner nombre.

Ronald Weasley. Gryffindor.

Y luego de él llamaron a Harry Potter; ella había escuchado hablar de él, pero muy poco, el silencio relleno de murmullos que se instaló en la sala cuando lo llamaron le hicieron notar que probablemente todos en aquél lugar -o al menos la mayoría- sabían quién era él. Ladeó la cabeza con curiosidad por aquél niño. Gryffindor, fue lo que proclamó el sombrero esta vez, haciendo estallar la mesa roja con vítores. ¿A ella también la recibirían así si quedaba allí?

La noche continuó avanzando, lo que le hacía comenzar a desesperarse, hasta que oyó su nombre.

—Este año no solo tenemos alumnos de primer año, también hemos recibido a alguien que cursará su segundo año luego de transferirse desde Durmstrang. —comentó con naturalidad la señora bonita. —Camille Sallow.

—Al fin! —festejó la nombrada, quien era la única aún parada frente al sombrero; cayendo en cuenta de que lo había dicho en voz alta y no solo en su mente cuando se escucharon las risas de varios alumnos, haciendo que se le caiga la cara de la vergüenza. Caminó con rapidez hasta el asiento frente a todos, dándole una pequeña reverencia a la señora por mera cordialidad, sentándose luego de ello a la espera de que le colocaran en el sombrero en su cabecita.

—Hmm... Veo que alguien no es muy paciente que digamos... —habló el sombrero, provocando que los colores se le vuelvan a subir a las mejillas y que murmurara un «lo siento» tan bajito que casi podía confundirse con el aleteo de un mosquito. El sombrero parlanchín la ignoró por completo y continuó con su deducción. —Oh... Tu corazón es realmente fácil de leer... Tienes las agallas que te harían una buena gryffindor sin duda, pero también eres tan sabia como para ser de ravenclaw... —hizo una pausa. —Slytherin sin embargo... No, definitivamente ese no es tu lugar... —los nervios habían comenzado a consumirle, no le gustaba ser el centro de atención, al menos no por tanto tiempo, y viendo como con otros aquél artefacto mágico había sido tan rápido y conciso, no entendía muy bien por qué se explayaba tanto con ella. —Si... Tu corazón es muy claro, puro, leal y sobre todo justo, tu eres el claro ejemplo de lo que simboliza tu casa. —finalmente concluyó con un grito. —¡HUFFLEPUFF!

Los gritos de aliento de dicha casa habían comenzado casi al instante, ella se levantó sonriente al ver que las personas de su casa parecían genuinamente felices con su llegada; bajó de los pequeños escalones y se encaminó entre saltitos llenos de alegría hasta la mesa, siendo recibida por estudiantes de todas las edades, entre ellos el chico de ojos grises que la había flechado más temprano.

[...]

La madrugada ya había alcanzado a Hogwarts y la niña se encontraba ya en su recámara que ahora compartiría con otras dos niñas, una de su edad, y por consecuencia, de su curso, y otra un año mayor. Por lo poco que había llegado a averiguar de ellas antes de que se durmiesen era que su nueva compañera se llamaba Diana Holmes, mientras la mayor de las tres era Patricia Stimpson; gracias a esta última se había enterado que el chico lindo del comedor se llamaba Cedric Diggory y era un año mayor a ella.

Su mente divagó entre muchos pensamientos, recuerdos de la iniciación que habían tenido hace un rato, específicamente hablando del niño rubio que parecía de familia prestigiosa, del chico zanahoria y del tal Harry Potter. También se quedó recordando un poco de lo que fue su vida hasta ese entonces, viviendo en otro país la mayor parte de sus años a pesar de ser inglesa, recordando a sus amigos de la infancia como Aleksander, quien se había quedado en Durmstrang, y preguntándose si podría volver a verlo en algún momento. La tristeza también la invadió por un largo rato al recordar a su fallecida madre. Al pasar algunas horas su cuerpo naturalmente se rindió ante la comodidad de su cama, acogiéndola en un profundo sueño. Mañana comenzaba su nueva vida.

Hold Me | Draco MalfoyWhere stories live. Discover now