Como la Luna (Parte 1)

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Érase una vez, en un lugar lejano y lleno de misterios por descubrir; una mujer tan especial como bella

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Érase una vez, en un lugar lejano y lleno de misterios por descubrir; una mujer tan especial como bella.

Cuando era Luna llena su cabello resplandecía cual diamante recién pulido. Y a su piel se le concedía, una suavidad y brillo que eran insuperables. Cuando la Luna era creciente, su cabello crecía; cuando era menguante, su hermosa melena de azul ébano, se volvía a la mitad.

Y cuando la Luna era nueva, se convertía en una mujer diferente, perdiendo todo brillo y gracia. Y ¡oh! En los eclipses, su cabello pasaba a naranja.

El nombre de esa mujer.

Marea.

Hija de dos campesinos, se fue a vivir al poblado más grande que de su reino, en busca de una vida alejada del jolgorio de los animales y la cosecha de verduras y frutas.

Habiéndose cultivado en el arte de los negocios y la confección de ropa en una de las llamadas universidades mágicas, llevaba una vida tranquila.

Vivía sola en una casa a medio amueblar. Todo lo que estaba adentro lo consiguió con el fruto de su esfuerzo, aunque algunas personas no se lo creyeran.

Orgullosa de su belleza, cuidaba su piel con los más finos polvos extraídos de las hadas; su cabello con brebajes especiales que le compraba a los hechiceros —los únicos autorizados para hacer magia de beneficio común— A menudo hacía ejercicio físico o caminaba largos trayectos sea por esfuerzo físico al traer los materiales que usaba.

Joven. Trabajadora. Esforzada. Habilidosa. Lo tenía todo para triunfar... pero a la vez no.

—Marea, por favor espera —la detuvo un muchacho moreno con rizos. Llevaba un regalo para ella.

—Tileo, hola —le devolvió la palabra con un saludo. Ella estaba de camino al mercado ambulante. Por rumores de otra gente había oído que las goblin costureras trajeron telas que nunca se arruinaban.

—Lamento si te detengo. He venido a confesarte mi amor y a cantarte una canción que yo mismo compuse. Por favor acepta este collar, lo compré para ti.

El hombre joven se arrodilló y de sus bolsillos sacó un instrumento de nueve cuerdas con diferentes huecos y un mango corto; estaba hecho de madera.

Marea, para no quedar mal, oyó la canción escrita para ella. Fue larga. Al final tomó el collar y se lo puso.

—Gracias —agradeció con voz taimada ocultando sus verdaderos sentimientos: molestia.

—Espero que algún día me puedas corresponder, dulce dama de los albores.

Hastiada por tanta cursilería, prosiguió con su camino. Era bien sabido entre los habitantes del lugar que los mercados ambulantes atendían hasta el anochecer. Luego cerraban porque los comerciantes hacían turnos para descansar o se transportaban a nuevos lugares.

Ranvirkth: de magias y asperezas (Tomo I)Where stories live. Discover now