Hielo contra Hielo 2 (Parte 3)

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Amanecía. En toda la noche Kitaki había dormido apenas unas cuatro o tres horas. Él se encontraba en lo más alto de una colina nevada que le traía recuerdos a los días en los que corría entre las enormes y blanquecinas masas de nieve junto a sus fieles y peludos amigos; de igual forma, le traía el recuerdo a su infancia cuando era feliz bajo la protección de su padre, su madre y, prometiendo que cuidaría de su hermana.

Promesas que se quedaron vacías.

Extendía las manos para atrapar el aire que yacía por sus alrededores, por mucho que tratara, era inútil, pues este se desvanecía como los recuerdos que se iban para no volver.

Pese a sus escasas horas de sueño, el cansancio no le aquejaba. Era así desde que cambió para siempre...por lo que se rompió...por la traición...y por la magia, una quimera a la que siempre recurría.

Detrás de él, Lucien, el mago de los espejos, aprovechaba el momento para ponerle las manos sobre su pecho. Sentía la piel morena del muchacho al que le juró eterna lealtad, incluso más que los padres de este para los que trabajó unos cuantos años.

—Lucien, no me toques, quiero estar solo. —Pidió el kuruluk. El mago cumplió el pedido y se lamió los labios.

—Si pudieras sentir lo mismo que yo por ti, pero para mí desgracia a ti solo te gustan las mujeres tanto como a mí me gustan en única instancia los hombres. Tú eres el único que levanta estas pasiones. Ahora que te conozco mejor, no te quiero dejar. Pensar que antes de hacerlo me daba flojera hacer tus retratos, pero cambié de opinión desde que por voluntad propia empecé a seguirte. Jamás olvidaré la noche que nos vimos por primera vez, lucías tan jovial de rostro y lleno de esperanzas. Eres el verdadero Carámbano Mayor, líder de los kuruluk de Qurp.

Kitaki le dio la espalda, no por cizaña, sino porque entre los kuruluk, significaba vergüenza; pudor. Pero, la realidad le alcanzaba. No era el Carámbano Mayor y, los suyos que fueron ineptos al escapar, quedaron de esclavos. Los que lograron huir se cambiaron de continente y después de dos largos años —o ciclos magnos— con la ayuda de Juruqun y Ullta que lideraron la expedición en busca de nuevas tierras, como la nieve que siempre llegaba infaltable a la antigua Qurp, resurgieron aún con el daño hecho.

—No soy Kitaki el líder o el hermano menor que juró proteger a su hermana cuando éramos unos niños. Soy Kitaki el Furtivo, dueño de una magia de la que todavía no sé si debería existir en este mundo. Me odio a mí mismo por la promesa tan idealista que hice.

—Si supieras que lo tienes codificado en tu alma de hombre. El querer proteger y cuidar de lo que consideras más débiles. Es un sentimiento de doble rasero —Lucien tenía tantas ganas de tocar al muchacho que despertaba sus profundos sentimientos.

—Pero...—el kuruluk veía al horizonte—, aquello que dices que está en mi alma de hombre, ¿acaso no lo podría cambiar? Así como lo hice con mis sentimientos y aspiraciones. No descansaré hasta liberar a mi pueblo. No quiero venganza, quiero libertad. —Extendía los dedos. A diferencia de los del mago de espejos, tenía los suyos intactos, sin daños por el frío.

—Vas a contar conmigo para tu cometido. Recuerda que fui yo el que te dijo de la última solución para romper las cadenas de los tuyos.

—Es verdad. Pero, quién diría que el precio a pagar fuera tan alto. Incluso mi alma ha cambiado para siempre.

Una melancolía se apoderaba del todavía delgado joven que estaba pronto en pensar en una estrategia para la siguiente fase de su plan.

Los días pasaron sin remordimiento alguno, Kitaki esperaba el momento para atacar en vista de que su querida hermana no cedía.

Ranvirkth: de magias y asperezas (Tomo I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora