Hielo contra Hielo (Parte 2)

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Bajo el mandato de , las tierras abandonadas recobraban su verde, los lagos aumentaban en profundidad y tamaño. La gente se volvía feliz. Se descubrían y patentaban nuevos métodos para hacer prendas y armas funcionales sin molestar a los jululun que obtuvieron su el título de primeros y originales habitantes. Pero no fueron los únicos en resurgir, muchas especies, bajo el cuidado y preocupación de Juruqun, volvieron para siempre.

Los que tenían la capacidad de hablar, al ver la bondad de los actuales Carámbanos, se ofrecieron de manera voluntariosa, a defender las fronteras y puntos estratégicos de Qurp.

Algunas personas tenían la mirada puesta sobre los retoños Urhamam, en especial los hijos de Juruqun y Ullta y se preguntaban si ellos serían igual de buenos.

—Papá, mamá —dijo el pequeño varón que ya poseía la capacidad de hablar y caminar sin ayuda—. Cuando crezca, quiero que sepan que siempre voy a amar y proteger a mi hermana. No importa si no soy el que gobierne.

La pareja se consternó al escuchar las palabras de su hijo. Les nacía el orgullo por el niño que criaban, la siguiente al mando iba a ser su hermana por ser la mayor.

Ella los oyó. Sonrió, arqueando los labios no de forma natural, se fue unos pasos lejos de ellos. Vio hacia un fuego que ardía con un fulgor que derritió el hielo cercano. La muchacha se vio interesado por este, sus padres le siguieron para no perderla. A su alrededor le envolvía un aura negra y estaban unos cadáveres de pequeños mamíferos muertos.

Debían de asegurarse que la siguiente Gran Carámbano no tuviese miedo a nada o nadie.

Juruqun y Ullta se prometieron y le prometieron al pueblo de Qurp que, ella, completaría el glorioso trabajo que hacían.

De una gran montaña cubierta de nieve de unos días posteriores a una gran tormenta, bajaba en dos palos hechos en metal, un joven hombre con un gran abrigo azul realizado con fibras de plantas y lana extraída de una especie introducida a Qurp por los intercambios comerciales. Ese abrigo, caliente y a la vez ligero, le recordaba al de su madre con el que solía acurrucarse cuando era un bebe incapaz de pronunciar tantas palabras o gozar de la autonomía de su ahora.

No estaba solo. De compañeros se trajo a unos fieles canes de pelajes tan grises y patas acolchadas, eran sus amigos desde el primer día que se conocieron. Ellos, le seguían el paso para que no se pierda. Fueron entrenados en especial para los requerimientos de una figura importante en la nación como lo era él.

Le había prometido a sus padres que volvería a casa antes de que el ciclo mayor terminase. Pero, al ver el paisaje fronterizo cubierto del manto blanco, se tentó a quedarse a hacer actividad física; el dinero no le faltaba.

Estaba a punto de llegar a una parte en la que tenía que coordinar bien su equilibro y su pulso. Del otro lado, si es que ejecutaba bien su maniobra, le esperaba la montaña; si no, el resultado contrario, podría costarle hasta un ciclo magno de descanso en un centro de salud.

Sintió el aroma del lugar, era demasiado suave como para ser descrito con palabras exactas. Soltó los dos palos que le servían de soporte para moverse en el mar de nieve, entonces, sus manos se le volvieron ligeras, y, llevando el aire recién inspirado a su cuerpo entero, sus pies obtuvieron una liviandad comparable a la de un chiquillo que se movía por los escenarios de la naturaleza sin necesitar zapatos o sentir dolor alguno.

Vio de frente el horizonte, lo hizo con una mirada profunda y perecedera. Mente y corazón se le alinearon. De acuerdo con las creencias antiguas de Qurp, existía un canal invisible que conectaba ambas partes y permitía que fluyera el poder hacia el cuerpo entero. No era una invención o una creencia tonta, en verdad existía, solo dentro de Qurp. Y tampoco todos los kuruluk o de pueblos distintos lo poseían.

Ranvirkth: de magias y asperezas (Tomo I)Where stories live. Discover now