Los dos lados del rojor

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Érase una vez en alguna parte del mundo, dos hermanas bastante especiales, usuarias de una magia casi tan peculiar como ellas. Sus nombres eran Loyce y Verna.

La magia con la que ambas nacieron, la de amor y sus relacionados, al igual que las de destrucción, creación, conservación y otros conceptos complejos para muchos seres; era considerada como un regalo, a la vez que maldición o bendición. Eran escasos los usuarios existentes al tratarse de una que podía salirse de control.

Pero al igual que existen varios tipos de amor y razones para amar a alguien, la magia obedecía al significado que le daba su usuario al sentimiento.

Para Loyce, el amor tenía que ser puro y sincero, aguantar todos los obstáculos que se pudieran encontrar en el camino por severos que fueran; además de que no debía mirar a la clase social, apariencia física y otros aspectos que ella consideraba impuros.

Verna, en cambio, poseía una concepción diferente a la de su hermana melliza. Veía al amor como algo que se tenía que ganar con esfuerzo, séase romántico y, en especial, material. Una persona incapaz de garantizar comodidad económica o regalos exclusivos a su interés especial o pareja, no era digna. Solo los mejores postores eran los indicados para una relación.

Era esa diferencia la que llevaba a los miles de encontronazos entre ambas. Loyce veía a su hermana como una que jamás iba a quedar satisfecha porque siempre había alguien mejor. Y para Verna, Loyce era una ingenua que creía en la mentira del amor romántico que lo aguantaba todo.

Una noche en la que el mundo cercano dormía, tenían una de sus típicas conversaciones.

—Tú jamás me vas a entender. Vives encerrada en una burbuja de fantasías. —Verna se quedó con un tono aburrido de voz, cansada de explicarle a su idealista hermana que su visión del amor era mejor.

—Tú no sabes apreciar un buen corazón o sentimientos verdaderos. No sabes lo qué es amar en verdad.

—Te equivocas. Claro que valoro el detallismo y el tiempo de calidad que para nada son incompatibles. Si no es capaz de sacarse una parte de sus días para mí, no vale la pena.

—Tú lo que buscas es un inalcanzable. Lo perfecto con grandes riquezas; un ente multimillonario que solo tenga ojos para ti y te esté persiguiendo el tiempo entero.

—Es que yo me lo merezco —respondió Verna.

— ¿Y tú que ofreces? ¿Tu presencia? —Loyce hizo una pregunta a la que sabía que su hermana respondería con que ella vale mucho. —Quiero que me digas una respuesta original. Qué tienes tú para ofrecer que pides tanto.

—Enajenada. Quédate con tu idealización.

Como sabía que la discusión iba a durar demasiado, que de nuevo no llegarían a un punto en concreto, Loyce tuvo una idea que acabaría por siempre con el problema.

—Vamos a terminar con esto de una vez. Hagamos una treta. —Loyce tomó un chocolate y lo devoró en un segundo—. Usemos nuestros poderes para enamorar a una pareja. La que obtenga mejores resultados y complementación entre ambas partes, ganará la disputa.

—Es la mejor idea que tuviste en mucho tiempo, hermanita.

—Verna, voy en serio. Que se haga esto en el plazo de un ciclo magno.

—Lo tomo.

Verna cerró el trato.

Un ciclo magno era el equivalente de un año. Si bien las parejas tardaban más en concretarse y formar una relación sólida, los poderes de ambas servirían para ir al punto que de verdad les importaba.

Ranvirkth: de magias y asperezas (Tomo I)Where stories live. Discover now