La leyenda de los cuatro vientos

12 5 73
                                    

Érase una vez, en un continente de variados paisajes y climas, un reino tan grande y diverso en varios aspectos; de nombre Eishkalya. Gobernado por los reyes Grimorio y Jean, era un reino lleno de prosperidad en el que no hubo ni una guerra hace mucho tiempo.

Montaña. Desierto. Mar. Valles. Eishkalya tenía mucho qué visitar. Sus habitantes, personas amables y comedidas, eran conocidos por ser de los más bondadosos, eran practicantes de distintas magias con las que convivían todo el tiempo; solían hacer sus danzas en los días en los que el Sol o la Luna alcanzaban sus máximas, agradecidos con la vida, ayudaban a los que estaban en desventaja, siempre y cuando, demostrasen ser leales.

No existían algunos males como la pobreza o la escases de alimentos, vivir en ese reino era un sueño hecho realidad para muchos. Los reyes lo sabían, a menudo organizaban celebraciones o actos caritativos; había muchas razones para estar feliz.

Lo que no muchos sabían, era que ni Grimorio o Jean; o ninguno de los reyes que estuvieran antes o estarían después, eran los verdaderos gobernantes. Los auténticos, aparecían entre los habitantes si es que lo veían necesario o urgente. Preferían gobernar desde a ocultas, donde pocos supiesen de su existencia fuera de los relatos de las tradiciones orales y escritas en los que eran mencionados.

Ellos eran un grupo, los Cuatro Vientos, partes separadas de un mismo ser del que no se conocía mucho. Mitahor era el viento del norte. Tailap lo era del sur. Yebon el que gobernaba desde el este, y, Usvaji, el oeste. Cada uno se encargaba de regir sobre las cuatro principales divisiones mayores de Eishkalya, las macro secciones.

Fueron ellos los que, con sus poderes, ponían a raya a los malhechores. Entregaban la paz y la abundancia sin dejar de lado a nadie. Y, eran los encargados de seleccionar a los gobernantes que sirviesen de manera adecuada al reino.

De ellos se contaban y cantaban, proezas y leyendas. Se decía que eran capaces de mandar a los soles y a las lunas cuando era necesario que colocasen unas nuevas, que podían hacer llover incluso en los desiertos, que revitalizaban a los heridos, ¡y hasta revivían a los muertos!

Con una colección en su haber, algunos eran verdaderos y otros una vil mentira. La mayor parte de lo que se hablaba de ellos era cierto, a ninguno de los cuatro les gustaba las mentiras. Hechos de aire y magia, una de sus habilidades era la de tomar formas físicas cuando tenían que tratar con asuntos importantes.

Mitahor podía convertirse en un poderoso ser mitad toro y mitad humano capaz de destruir montañas enteras con un hacha. Tailap, tomaba la forma de una náyade para andar libre en las aguas, fuesen saladas o dulces. Yebon se convertía en un humano con armadura resplandeciente e indestructible. Usvaji, en una guerrera sombra que vivía al asedio en los desiertos. Los cuatro formaban un grupo que cubría las debilidades de los otros, se complementaban las fortalezas y habilidades. Siendo seres tan benevolentes y civilizados, juntos eran imparables.

Sus formas físicas aparecían también en algunos relatos de los que decían eran difíciles de creer porque, al ocultar sus identidades con otros nombres, pocos conocerían la verdad. Pero sus hazañas les respaldaban. Se cuenta que, un tiempo en el que los demás reinos y naciones vecinas vivían bajo el miedo producido por los Soberanos del Abismo, fueron ellos los que le dieron su merecida condena.

Los Soberanos del Abismo, un conjunto de guerreros y chalados comandados por una líder sin nombre, sembraron el caos a través de la hambruna, las lluvias acidas y la brujería de la negra madrugada. Tan poderos y crueles, fueron derrotados por los Cuatro Vientos.

Y en la blanca luz del día

Con sus armas y con valentía

Aparecieron los bienhechores

Ranvirkth: de magias y asperezas (Tomo I)Where stories live. Discover now