El Calendario Maldito

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La navidad es una de las festividades más esperada de todos.

Es la representación perfecta de un escenario brillante con colores que destellan alegría, que se convierte en un espectáculo para los ojos ávidos de tradición, envuelto en un aroma a canela y pino, que ciñe cada rincón con nostalgia, acompañado de cánticos festivos como si estuviéramos, en realidad, en una perfecta armonía.

Las mesas suelen estar repletas de manjares exquisitos, con vino que pareciera ser el amigo número uno, de los parlanchines para contar historias elocuentes, creando una atmósfera embriagadora. Incluso, algunos admiran el deleite de la suavidad de las mantas de lana, el crujir del papel de regalo, y los abrazos efusivos que parecieran sellar una noche de supuesta unión familiar. Más o menos, este era el contexto del interior de una pequeña casa en noche buena.

Sin embargo, bajo esa apariencia encantadora, las sonrisas forzadas ocultan un teatro de hipocresía. Tu y yo sabemos, que las risas estridentes son intentos de enmascarar el ruido sordo de los secretos familiares, de pasados oscuros que se esconden entre los pliegues de aquella alegría superficial. Aquellas miradas furtivas entre los parientes que revelan un universo de envidia y desconocimiento mutuo, muestran una verdad reveladora: distancias emocionales.

Entendemos que debajo de aquel árbol decorado y los regalos envueltos, yace una historia tejida con hilos de complejidad, donde lazos de sangre apenas se sostienen por las cargas de pasados turbios y de secretos inconfesables...

Entendemos que debajo de aquel árbol decorado y los regalos envueltos, yace una historia tejida con hilos de complejidad, donde lazos de sangre apenas se sostienen por las cargas de pasados turbios y de secretos inconfesables

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—¡Por fin hemos terminado de decorar la casa, Lucía! Creo que este año hemos exagerado un poco con el árbol, ¿no crees? —comentó Manuel, ajustando con meticulosidad una guirnalda en el marco de la puerta.

Lucía arrugó el entrecejo al escuchar tal disparate.

—Manuel, ¿estás loco? nunca es suficiente. Cuantos más adornos, más alegría —respondió Lucía con ironía, acomodando con delicadeza una vistosa decoración en la repisa de la chimenea.

—¡Ni que lo digas! Pronto vendrán todos a admirar nuestro derroche de espíritu navideño —Manuel no se quedó atrás. Sí algo sabía a esas alturas era como llevar una conversación satírica con su esposa. Y no era para menos, la familia principal estaría junta de nuevo.

Truco o Trato: Una Antología de Horror.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora