Habilidades nuevas

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Margaret se ofreció a acompañarme hasta la salida principal de la aldea. Los jugadores habían construido una pequeña atalaya y un muro sencillo con tablones de madera que apenas superaba los tres metros de altura.

Por la noche, cerraban el portón y varios guardias vigilaban los alrededores. Era un trabajo recompensado con puntos de comunidad y algo de dinero, pero a mí me parecía una pérdida de tiempo, ya que, según tenía entendido, no mejoraba ningún tipo de habilidad.

Uno de los vigilantes se apresuró a cortarnos el paso.

—No se puede salir de noche.

—Haremos una excepción con este chico —informó Margaret.

—Con todos mis respetos, administradora. Salir por la noche es muy peligroso —informó el hombre—. La oscuridad dificulta enormemente la caza y muchos de los enemigos tienen un bonus nocturno que los hace más fuertes.

—Lo sé bastante bien. No estás hablando con una jugadora novata. Abre la puerta, Garrick.

—Como ordene, señora.

El hombre dio instrucciones a sus arqueros para que estuvieran preparados y procedió a abrir el portón. Lentamente, vi cómo se abría la gruesa madera hacia la oscuridad del bosque.

—¿Estás seguro? —me preguntó Margaret una vez más mientras posaba su mano encima de mi hombro con afecto. Asentí decidido—. Bien, en ese caso, puedes salir, pero tendrás que apañártelas solo hasta que amanezca. No volveremos a abrir la puerta en ninguna circunstancia hasta que salga el sol. Ya hemos cometido ese fallo antes. No volverá a pasar.

La miré de reojo unos segundos, pero finalmente acepté sus condiciones. La mujer había intentado convencerme para que no saliera de noche, pero yo estaba empeñado en aprovechar la nueva habilidad de mi mascota. Agarré la espada y el escudo y me adentré poco a poco en la oscuridad.

En los alrededores de la aldea me encontré con varios lobos. Maté a todos los que pude. Más tarde, me encontré con mis primeros goblins. Casi siempre iban en grupo. Al principio estaba nervioso, pero luego se convirtió en algo rutinario. Los atacaba por sorpresa y hundía mi espada en sus cuerpos antes de que pudieran reaccionar.

La batalla era algo sangrienta, pero a Kuro parecía emocionarle la sangre y creo que me contagiaba su entusiasmo. Después de aniquilar un pequeño grupo de goblins me apoyé en un árbol respirando con dificultad.

"Comer, beber, sangre" me dijo Kuro de repente.

—¿Qué? ¡Ni de broma! —respondí yo asqueado mirando los cadáveres de aquellos monstruos deformes.

"Sangre buena"

—Si quieres beber sangre, tendrás que salir de mi cuerpo. Supongo que podemos cancelar la habilidad de fusión en algún momento, ¿verdad?

"Hablar mucho. Kuro no entender"

Suspiré y meneé la cabeza con resignación. Desde que podía hablar con él se me olvidaba que seguía teniendo la mentalidad de un murciélago.

De repente, escuchamos un sonido extraño. Agarré mi espada con fuerza y adopté una pose defensiva. A pesar de que estaba muy oscuro, logré distinguir que delante de nosotros había una pequeña explanada y una cueva. Volví a escuchar el ruido anterior. Parecían pisadas de un animal grande.

También me pareció distinguir un aroma muy similar a los establos. Enseguida me di cuenta de que mis sentidos se habían combinado con los de Kuro permitiéndome notar cosas que antes no podía.

Caminé despacio en dirección a la cueva. Esta vez, escuché la respiración de algo que parecía bastante grande y pesado. El ser desconocido resopló desde el interior con enfado. Distinguí una silueta redonda igual de grande que un toro pero mucho más ancho.

La Torre de los ValientesWhere stories live. Discover now