Entrenando el poder de la mente

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Me quité la ropa hasta quedar en calzoncillos y caminé despacio hacia las gélidas aguas del río. Unas chicas, que hacían la colada muy cerca de la orilla, intercambiaron un codazo entre ellas y empezaron a cuchichear en voz baja.

—¡Míralo! Allí va de nuevo —susurró una joven de pelo castaño. —¿Cómo puede bañarse con el agua tan fría?

No era la primera vez que me bañaba en aquel sitio. Hacía tres días que había descubierto que si aguantaba mucho tiempo acababa ganando resistencia contra el frío.

—¿Lo has visto cuando sale mojado? Se le transparenta todo —informó su amiga intentando disimular una sonrisa.

—¿Tú también te has fijado? Hay que reconocer que tiene un buen culo, parece futbolista.

Ambas rieron de forma traviesa sin quitarme los ojos de encima. Aquellos comentarios me dieron mucha vergüenza, pero seguí adentrándome en el agua como si no me hubiera dado cuenta de nada. En realidad, las chicas estaban bastante lejos, pero aun así, podía oírlas perfectamente porque Kuro se había quedado muy cerca de donde yo había dejado mi ropa, en la misma orilla.

—Creo que esas hembras querer aparearse contigo —comentó mi mascota por medio de la telepatía.

—Calla, eso no es cierto —respondí con timidez mientras me sentaba en una zona poco profunda donde ya me había acostumbrado a meditar tranquilamente.

Una de las jóvenes volvió a hablar en voz baja.

—Sinceramente, me parece muy guapo, pero hay que estar muy loca para tener algo con él. ¿Lo viste beber sangre cuando ganó el duelo? Da un poco de miedo.

—Sí, se ve que es un tipo bastante peligroso. Es una pena.

Mi mascota volvió a comunicarse conmigo desde la distancia.

—Tener razón. Hembras no querer formar bebés contigo.

Resoplé con fastidio mientras mantenía los ojos cerrados y me acomodaba dentro del agua.

—Kuro, ¿te importaría cortar la conexión? Estoy intentando concentrarme.

El murciélago me hizo caso y de repente noté que su presencia desaparecía de mi mente. No sabía cómo explicarlo, pero podía notar su vínculo de forma clara. Mi percepción en los últimos días había cambiado mucho.

Intenté despejar la mente, tal y como decía uno de los libros que había leído, pero no pensar en nada era una tarea bastante difícil.

Sin querer, me llegaron imágenes de uno de mis esqueletos trabajando en un huerto. Le había ordenado hacerlo para ganar puntos de comunidad y de paso comprobar si aprendía el oficio.

Intenté alejarme de la mente de Skullking, pero acabé viendo imágenes de mi otra invocación. Todavía seguía esperando a oscuras en el pasillo secreto. Llevaba casi una semana y media bajo tierra sin moverse. Solamente descansó el mismo día que llegaron los nuevos jugadores del tutorial.

Aquella tarde, Kevin montó guardia en las afueras del pasadizo, mientras yo comprobaba con los demás lo que mis amigos habían descubierto.

Me esforcé de nuevo en no pensar en nada, pero los recuerdos de aquel día se colaron en mi mente como algo inevitable. Recordé la pequeña cueva que habían encontrado en la zona en la que habíamos perdido el rastro de Rick. La cueva no estaba marcada en ningún mapa y no encontramos ningún enemigo cerca.

Aun así, el lugar resultaba muy sospechoso, ya que dentro de la cueva vimos una estatua con la apariencia del dios oscuro que había aparecido en el tutorial.

La Torre de los ValientesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora