La vida tranquila de un aventurero

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Después de ganar el duelo contra Roy, todo se volvió mucho más sencillo. Su grupo ya no suponía ninguna amenaza y solo se dedicaban a mirarnos de reojo con enfado. El contrato del duelo les impedía atacarnos directamente. Si lo intentaban, sentirían un dolor indescriptible que les haría caer de rodillas o incluso vomitar en caso de que tuvieran algo en el estómago.

El contrato solo se rompería, si nuestro grupo atacaba primero. Si tal cosa pasara, ellos serían libres para defenderse.

Ahora que vivíamos en una de las casas más grandes de la aldea, nuestra vida era un poco más cómoda. Meredith había terminado de unirse oficialmente a nuestro equipo de forma permanente. Ella se dedicaba a limpiar, cocinar, comprar comida y otro tipo de recados cotidianos.

A cambio de esos trabajos, nosotros le ayudábamos a subir de nivel en algunas incursiones. Tenía que reconocer que la chica era bastante inútil para matar enemigos. Solía temblar de miedo y caerse de culo con frecuencia. Aun así, nosotros seguíamos intentando que subiera de nivel, ya que tener una "support" en el equipo no sería mala idea.

Tras haber trabajado como enfermera un tiempo, Meredith ya había conseguido un bonus de curación cuando desinfectaba o curaba algunas heridas. De momento, no era una habilidad mágica, pero se le parecía un poco. 

Yo estaba convencido de que en el futuro la chica podría resultarnos bastante útil. Solo necesitaba un empujoncito. Además, nadie podía negar que Meredith era bastante trabajadora. Se encargaba de las tareas domésticas y nos hacía la vida más fácil. 

Como ya no tenía que preocuparme del grupo de Roy, me había dedicado a perfeccionar algunas habilidades que consideraba importantes. Esa mañana había estado aprendiendo a montar a caballo. Seguía ocupándome de ellos y dándoles de comer, pero ya no limpiaba las cuadras. Mi nueva reputación había provocado que muchos aldeanos me trataran con respeto y me dieran ciertos privilegios. Eso me permitiría hacer libremente lo que quisiera.

Al abrir la puerta de casa, me encontré con Kimberly y Dorian discutiendo.

—¿Cómo diablos conseguiste que se vinculara contigo? —preguntó el chico rubio molesto.

—No lo sé, simplemente pasó —contestó Kimberly acariciando suavemente la cabeza de su loba.

—Llevo más de una semana intentando pasar más tiempo con Sombra, pero no me hace caso.

Su lobo estaba acostado a los pies de Kimberly muy cerca de su hermana Luna. Dorian parecía molesto.

—Creo que estás interfiriendo. Pasas demasiado tiempo con los dos lobos. Te recuerdo que Sombra es mío. Estás intentando quedártelo, ¿verdad?

—¿Pero qué dices? No intento quitártelo —respondió Kim ofendida.

—Pues entonces aléjate de él. Parece que estás intentado que se vincule contigo.

—Yo no tengo la culpa de que Sombra me prefiera. El cachorro viene conmigo sin que yo le diga nada.

—Solo lo hace porque intenta no separarse de su hermana. —Kimberly se encogió de hombros y Dorian resopló molesto— ¡Vamos, Sombra! Salgamos a cazar un rato.

El lobo alzó las orejas hacia arriba entendiendo a Dorian perfectamente, pero permaneció sin moverse y miró a su hermana Luna dando a entender que no quería separarse. Dorian chasqueó la lengua enfadado y agarró la correa.

—Perro traidor... —le reprochó con calma mientras se agachaba para atarle el cuello—. Con todas las horas que paso cuidando de ti y prefieres quedarte con esta perra.

—¡Eh! ¿A quién llamas perra? —preguntó molesta Kimberly dándole una patada en el culo. Dorian, que aún seguía agachado, cayó a un lado.

La Torre de los ValientesWhere stories live. Discover now