Capítulo 4: Ic'nes.

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Hacía tiempo que no dormía sin interrupciones, fue una sensación agradable, aunque mi cuerpo se despegaba de la cama como si me hubieran puesto pegamento. Abría mis ojos vagamente mientras mis ojos se adaptaban a la poca luz que había en mi habitación, sonriendo suavemente mientras soltaba un bostezo suave para escuchar las voces del pasillo. Mis hermanas menores estaban despiertas y estaban con mis padres.

Me costó levantarme porque le daba vueltas a un sueño inusual, en general no le solía dar vueltas a ello, sabía que era algo que nuestra propia mente creaba. Algo tan misterioso que deja mensajes ocultos, en mi caso me veía cayendo infinitamente bajo el sonido de miles de almas que me pedían ayuda. Aterrador, pero por alguna razón no me lograba intimidar porque sabía que era una pesadilla.

Vagamente me senté en el borde de la cama para escuchar como llamaban a la puerta de mi habitación. Mi padre, educado como siempre, me pidió que me vistiera ya porque pronto íbamos a ir a Ic'nes. Gruñí irritada, se me pasó que hoy era el día en el que me volvería ciega ante las luces escandalosas de esa ciudad.

Era obligatorio ir con una ropa un poco más decente, o bueno, eso era lo que mi madre repetía constantemente mientras revisaba mi armario. Como de costumbre entró sin permiso y miró mi ropa para elegirme una que no me gustaba para nada, ¿quién combina el amarillo con el azul? La respuesta estaba clara cuando veía a mi madre con un vestido rojo con cintas de color esmeralda junto a un cabello que logró teñirselo de color azul.

—Tenemos que ir acordes a la ciudad, no podemos ir con ropa de vagabundo, ¿entiendes?

La miraba con cansancio, pensando para mis adentros que ella jamás había visto una ropa de vagabundo, mejor dicho, no sabía ni lo que era uno porque pisar la ciudad En'rec era un pecado para ella. Le tenía fobia cuando su familia había venido de ahí como la mayoría de los ciudadanos. 

Suspiré cansada y me puse una ropa un poquito más distinta a lo que ella me propuso, iría con unos tejanos azules con un cinturón negro, una camisa blanca de manga corta junto a una chaqueta morada larga decorada con joyas doradas. ¿Me gustaba? Sí, menos la chaqueta porque no era la de mi padre.

Antes de ponerme tal prenda, decidí ir al comedor para encontrarme con mis hermanas, incluso con Tani quien estaba con un pequeño espejo en su mano mientras se maquillaba. Zenda estaría a su lado aprendiendo mientras que Samay comía el desayuno con ansias. Tragué saliva con cierto nerviosismo, hacía tiempo que no veía a Tani, desde que se independizó no pude saber nada de ella más que sus directos de los cuales no quería ver porque me daba vergüenza ajena.

—Cuánto tiempo... Tani —murmuré.

Pero aún así me alegraba verla, aunque sea unos pocos minutos.

—Hola Nilia, te has levantado muy tarde, por tu culpa tardaremos más.

Aunque sabía que a ella no le hacía gracia verme porque supe que me tenía envidia por conseguir seguidores de una forma totalmente distinta a ella. Intenté calmar mis nervios, Tani para mi era mi hermana que más apreciaba, pero no me gustaba que cayera en esa forma tan despreciable para conseguir fama y dinero. Antes no era así, lo sabía muy bien, antes era tan bella y ahora...

—Nilia, apúrate, termina el desayuno que tenemos poco tiempo.

Respiré profundamente mientras me sentaba al lado de Samay en la gran mesa del comedor. la pequeña de la casa me observaba con atención, dándose cuenta que mi rostro no mostraba una gran emoción o felicidad como las demás.

—¿Hermanita estás bien?

—Claro, tranquila, he dormido demasiado y aun me cuesta despertarme —respondí.

Las pruebas de la muerte [Código 025#] [MO]Where stories live. Discover now