𝟏𝟏. 𝐏𝐞́𝐫𝐝𝐢𝐝𝐚𝐬 𝐝𝐞 𝐮𝐧 𝐬𝐞𝐫 𝐪𝐮𝐞𝐫𝐢𝐝𝐨

141 11 1
                                    

— ¡Aún no respira! — Gritó Chopper desesperadamente intentando reanimar a su compañero.

— Chopper... Está muerto. — Dijo Franky en puro estado de shock, mirando a su cadáver con los ojos abiertos como platos.

— ¡No! ¡Va a revivir! — Chopper seguía insistiendo, ya que sabía que iba a volver a respirar, tenía que hacerlo.

Mientras tanto, en una esquina del jardín, Nami y Robin discutían con las mejillas repletas de lágrimas.

— ¡Nami, tienes que ir a la costa ya! — Le decía Robin firmemente a Nami, agarrándola de los hombros.

— ¡Pero tengo que estar a su lado! ¡Le he traicionado! — Nami se limpiaba las lágrimas con una mano, bajando la mirada.

— ¡¿Como que traicionado?! —

— ¡Está así por mi culpa!—

— ¡Nami! ¡Sabes que estas cosas pasan! ¡Vale, puede que fuera tu culpa pero si no vas su muerte no habrá valido nada! — Robin habló mirando fijamente a su amiga. Sabía perfectamente que era muy poco probable que Sanji muriera, pero tenía que decirlo de aquella manera —

— Tienes razón... — La navegante subió la mirada hacia los ojos de Robin, los cuales cada vez que esta pensaba más sobre el tema, menos alterada pero más firme estaba.

Ambas se dieron un abrazo corto, hasta que Nami echó a correr por aquel jardín yendo hacia la costa.

El jardín era enorme, con varios pasadizos, trampas, hasta algunas esculturas, pero finalmente llegó a su destino. Una hermosa costa, no como una playa, pero era muy bello. No lograba comprender por qué lo comprimía en unas enormes vallas, haciendo imposible verlo a la vista.

A su lado se fijó en una especie de tumba, a la que dedicó un tiempo a observar. Era una cruz hecha de unas maderas parecidas que estaban pintadas con una suave pintura rosa. Ahí estaba apoyado un pequeño peluche de un gato rosa, el cual sujetó con la mano, recordando a algunos que veía en los escaparates de una tienda de su pueblo donde vivió su infancia.

— Se llamaba "Rosita" — Oyó Nami en una voz gruesa y seca detrás suya. — Ella no era muy original con los nombres, la amaba. —

Nami se giró al instante, cayendo al suelo del pánico al ver al hombre que anteriormente les había atacado.

— ¡ATRÁS! ¡NO ME HAGAS TENER QUE ROMPERTE EL CUELLO! — Ella se empezó a arrastrar hacia atrás, hasta que ya había llegado al límite de la costa.

El hombre levantó ambas manos, dándose a ver que no llevaba nada.

— Tu amigo el de la cicatriz me reventó la escopeta, es increíble — Dijo él sentándose en el suelo, intentando tranquilizarla.

— No tienes moratones en la cara... ¡¿LE HICISTE ALGO A ÉL TAMBIÉN?! —

— ¡N-No! Hablé con él, no sé ni cómo. —

Nami a raíz de eso se empezó a tranquilizar. Era imposible que le estuviera mintiendo, aunque tampoco era fácil hablar con su capitán después de todo lo que pasó, pero claro, él no lo sabía.

— ¿Y bien? Explícate. — Dijo Nami aún sin mucha confianza, pero relajando algo el cuerpo.

— Esta casa no ha sido pisada con nadie salvo yo desde que mi peque murió, dudo que te importe pero sois piratas, si le hacíais algo a esta casa, especialmente a esa tumba, me tiraría por un pozo y por mi no saldría de ahí nunca. — Dijo el hombre agarrándose el gorro y bajándolo hacia su pecho.

—Comprendo...—

— La costa no es mía, lo admito, pero tampoco nadie se atreve a cuestionarme. En fin, solo estaba protegiendo mi hogar. —

— Adivino, la casa se la robaste a un rico por falta de dinero. — Comentó Nami en un tono burlón, sabiendo que era muy probable.

— Ni siquiera el gorrito es mío — Rió el hombre dejando el gorro en el suelo. — Tu capitán prometió que si te dejaba ver la costa y tu otro amigo salía con vida de aquí, pagarían los daños y se marcharían. —

— Me parece bien — A Nami por un momento le dejó de importar un dinero, alzando la mano hacia el hombre, el cual se la estrechó, dando paso a un trato que hasta la fecha perduró.

— Igualmente espero que me entiendas, una chica me contó sobre que tú también habías perdido a un ser querido. — Dijo él apartando la mano y volviéndose a poner el gorro.

— Le dije que era secreto... — Susurró Nami enfurruñada. — Pero sí, sí te entiendo. —.

— Me alegra. Por cierto, llámame Tetsuo. —

— Nami, un gusto. —

Tetsuo se levantó y se sacudió la tierra.

— Espero que algún día nos volvamos a ver... Y por cierto, hacéis buena pareja el pelinegro y tú — Tetsuo sonrió inocentemente.

— Pues como que ese no me va... —

— ¿El rubio? Uff, con ese incluso más, aunque no creo que tenga derecho a hablar de él después de aquello...— Tetsuo pasó una mano por la madera de la tumba, bajando la mirada hacia esta.

— Si va a estar vivo tienes el permiso, o por lo menos mío. — Dijo Nami abrazándose las piernas.

— Me alegro. Me voy a pensar sobre esto, he tenido un día muy largo. —

— Dímelo a mi, Tetsu. —

— Je, cierto, cuídate, Nami, en el fondo me caíste bien, me recuerdas a Betty. — Tetsuo dejó de tocar la tumba por unos momentos.

— ¿Betty? —

— Mi niña. —

— Ohh, entiendo. —

— Era realmente amable, además de algo asustadiza. — Dijo él nostálgico, recordando los momentos que vivió con ella.

— Pues como yo, la verdad. — Rió Nami mirándole, aunque ella a sí misma no se consideraba súper amable.

— Parece... Suerte con tu tripulación, no cambies, Nami.—

— Lo mismo digo, Tetsuo. —

Y ahí, mirándose el uno al otro por última vez, Tetsuo caminó hacia su casa en completo silencio, llorando nostálgico sin hacer ningún ruido. A lo mejor unos piratas acabaron con su hija, pero entendió que no todos eran iguales.

Nami se quedó unos segundos en silencio, observando como la silueta del hombre empezaba a desaparecer, pero después se levantó, mirando la tumba con un gran respeto.

— Necesitarás esto, peque. — Susurró Nami volviendo a colocar el peluche apoyado en la madera, para luego, sacar una pequeña libreta y recorrer la costa marcando todo lo que había.

El sol se empezaba a poner, dándose a ver un atardecer precioso además de quitarle bastante luz. Pero justo cuando terminó de dibujar en sucio/aprenderse lo que había, escuchó a lo lejos un grito llamándola del capitán y sin más, corrió hacia él.

Ese día había vivido demasiadas emociones, sentía una gran culpabilidad por lo que le había pasado a Sanji, pero una chispa de emoción recorría su pecho al saber que Sanji estaría vivo y también que, diablos...

¡Quería besarla!

𝐏𝐥𝐚𝐭𝐢𝐥𝐥𝐨𝐬 𝐩𝐫𝐨𝐡𝐢𝐛𝐢𝐝𝐨𝐬 (Sanji x Nami) ¡Fanfic terminado!Where stories live. Discover now