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Liu pasea con desgana por las calles más recónditas de su ciudad. No se fija mucho en sus alrededores, su vista está clavada en el suelo grisáceo y su mente está muy lejos de ahí, hundida e pensamientos lúgubres sobre el día que acaba de tener.

Había empezado todo a las cuatro de la mañana, cortesía de su insomnio, y la pesadilla había seguido en el instituto: olvidar sus deberes le había ganado una larga y tediosa bronca donde se le recordó delante de la clase entera cuántas veces había repetido curso. Liu no puede dejar de escuchar las risillas burlonas de sus compañeros haciendo eco en su cabeza.

Pero eso no tuvo comparación al momento en que los tres matones del instituto, corpulentos como bestias y viles como víboras, le habían acorralado entre empujones, golpes y palabras que dolían incluso más que los puños de esos tipos. Liu jamás se defendía, pero siempre terminaba mal y esta mañana no ha sido la excepción: le tiraron del pelo tan fuerte que el cuerpo cabelludo le ardía incluso horas después, escupieron en su cara y desgarraron la tela de su vieja mochila al intentar quitársela. Sus ojos se llenaron tanto de lágrimas al ver la mochila escolar rota que apenas pudo ver con claridad las expresiones crueles mientras se hinchan a reír por ello.

<<Matheo y yo fuimos a comprarla juntos. Él se compró una igual>>

Para culminar había vuelto a su casa, ese lugar que hace tantísimo dejó de sentirse un hogar, y había sido azotado por la misma ola de depresión y desasosiego que le recibía cada vez que abría la puerta.

Su casa es grande, pero desde hace ya varios años se le antoja diminuta: se siente encerrado entre paredes gélidas que lo abrazaban con fuerza y le oprimen el pecho. Quizá por eso le gusta salir a pasear y andar lejos de ese lugar que le recuerda que sus buenos recuerdos son solo eso: recuerdos.

Liu anduvo sin rumbo con su cuerpo encogido y sus oídos llenos de la música de sus auriculares. Le gusta cualquier tipo de ruido, menos el de su cabeza. Y ahora, tras largas horas vagando como un alma en pena y metido en su pequeña y triste burbuja la batería de su teléfono se agota y la música en sus oídos se calla de repente. Eso lo devuelve al mundo como un bofetón y tan pronto está de vuelta nota algo: ha perdido la noción del tiempo.

Y es de noche.

Observa sus alrededores como un ratoncillo asustado. Está tan oscuro que apenas puede ver el final de la calle. Acelera el paso. La luz de las farolas no penetra del todo en la niebla densa que cubre el exterior como un manto sobre la oscuridad.

Se apresura más aún, casi corriendo.

Tiene que huir de la noche, pues esta no es suya. No. Es el terreno que solo transitan seres cuya mención solo existe en susurros temerosos. Cuyos ojos penetran en la oscuridad como una daga en la piel tierna de sus víctimas, pero que se cierran con molestia ante el sol.

Enemigos tan poderosos que una vez si existencia salió a la luz, los mortales no pudieron combatirles, solo bajar la cabeza y vivir con la consciencia de que todos y cada uno de los segundos de sus existencias son prestados y que en cualquier momento sus verdaderos propietarios podrían venir a arrancárselos de las manos.

<<Vampiros>> Solo de pensar en el nombre de esos seres, la piel de Liu se eriza y sus pasos se vuelven más frenéticos, como los latidos de su corazón.

Oscura Perdición (Yaoi, vampiros) [En AMAZON]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora