6.- Amigo

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La recompensa por aquella prueba resultó en un ranking en el cuál se les brindaría comida de mejor calidad a los prisioneros basándose en su nivel de peligrosidad. Para la primera clasificación, Isagi, al ser un condenado inocente, carecía de puntaje y quedó al final de la lista, siendo él e Igaguri los únicos que aún comían el plato común que era poco apetitoso.

—Isagi, no has probado tu comida. ¿Estás enfermo?

Ciertamente, el estómago del chico aún seguía revuelto, además de la desagradable comida, por la escena traumática que acababa de vivir, sintiendo que jamás podría perdonarse por ello.

—Bachira, ¿porqué me obligaste a disparar? —cuestionó al analizar el detalle de aquél momento mientras compartían una mesa para ellos solos. Nadie más quería sentarse al lado de Bachira después de lo que pasó.

—Ah, sí... —Miró al techo, dudando en decirlo, pero se convenció de confiarle aquél secreto— El mounstro que llevo dentro me pidió que lo hiciera.

—¿Un mounstro?

—Amigos. —pronunció en voz baja, con un toque de melancolía— Esa es la verdadera razón por la que estoy aquí. —confesó— Nunca había tenido uno y pensé... si nadie quiere ser mi amigo, entonces obligaré a las personas a serlo.  No salió como esperaba... —Los ojos de Bachira entristecieron por un momento y después observó a su compañero con un ligero brillo de esperanza— Isagi, tú... ¿quieres ser mi amigo?

Un momento de silencio lo abrumó. Dudó en dar una respuesta al instante por el riesgo que conllevaba estar cerca de alguien que fué capaz de matar a otro a sangre fría, pero si quería sobrevivir en Bluelock, necesitaría por lo menos un aliado y el resto no parecían tan amistosos.

—Sí, Bachira. Seré tu amigo, con una condición.

—¡Lo que quieras!

—No vuelvas a matar. —pidió directamente, esperando que el otro no se ofendiera por lo que acababa de pedirle.

—¿Uh? Oh... está bien, ¡no más violencia! —aceptó sorprendido de haber hecho un amigo. Lo demás no le importaba y su promesa quedaría fundida en su mente— Isagi, entonces, tú nunca has matado a nadie, ¿cierto?

—¿Cómo sabes eso?

—Se te nota en los ojos. —dijo Kunigami Rensuke, apoyando su brazo en el hombro de Isagi— ¿Puedo sentarme?

—¡Ah! Claro, hay mucho espacio, eh... ¿y porqué en mis ojos?

—Tienes una mirada inocente. —respondió Chigiri, tomando asiento frente a ellos sin pedir permiso— Tú no eres un asesino. ¿Porqué estas aquí?

Isagi se sintió extrañamente aliviado de que aquellos chicos que antes lo juzgaron mal, ahora le creían.

—Me incriminaron por un atentado terrorista que acabó con la vida de 14 de mis compañeros de clase y un maestro. Me dieron 100 años de prisión y todo sucedió en menos de una semana... Ni siquiera he podido asimilarlo. Sólo quiero volver a ver a mis padres y probar que no soy el culpable de ese crímen.

—Bueno, creo que empezamos de mala manera en esa celda. Me presento de nuevo, soy Rensuke Kunigami, encantado de conocerte, Isagi Yoichi.

—Kunigami, es un gusto, eres muy amable.

—Insisto en que no pareces un violento yakuza. Ya dinos tu historia. —animó Bachira.

—Ahh, pues... yo... —Su mirada se llenó de rencor de un momento a otro y presionó tanto los cubiertos en sus manos que los dobló sin querer— Unas chicas fueron secuestradas por un grupo yakuzas cerca de mi localidad. Los seguí para liberarlas y evitar que les hicieran daño, pero perdí el control y maté a 10 hombres en el proceso. Tengo dos hermanas y no soportaría que algo similar les pasara. Por eso quería salvar a toda la gente que estuviera en peligro. Y... en fin.

Chigiri dejó de comer en ese momento al observar sus propias manos temblar.

Isagi y Bachira quedaron asombrados con lo que había dicho aquél chico musculoso.

—Eso quiere decir que estás aquí por error. Eres un héroe. —elogió Isagi.

Kunigami se avergonzó del cumplido y giró el rostro a otro lado.

—Como sea, ya dije mi verdad. Sigues tú, Chigiri.

Para cuando los tres se dieron cuenta, el pelirrojo ya se había ido.

PENTÁGONO DE LA MUERTE Donde viven las historias. Descúbrelo ahora