8.- Rey

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—Isagi, no te quedes ahí, ¡corre! —Bachira lo tomó por la muñeca, sacándolo del shock para buscar un sitio dónde ocultarse.

El comedor, los baños, las duchas, el área de recreación, cada sitio permanecía vacío.

—¿A dónde se fueron los demás? —murmuró Isagi mientras ambos se metieron bajo el hueco de un lavamanos.

—Qué egoístas. Se ocultaron y nos dejaron a nuestra suerte. —expresó Bachira emocionado.

—¿Porqué se alegra? —pensó Isagi, temblando de miedo y tratando de guardar silencio para no ser encontrados.

—Vaya, vaya, parece que los del corredor Z tienen problemas. —interrumpió una voz de bajo volúmen saliendo de la bocina en el baño— ¿Quieren que les dé una mano? Existe una segunda forma de reducir sus años de condena.

—¿Segunda forma? —Isagi y Bachira escucharon atentamente. Esa misma voz también fué emitida en los sitios donde el resto del grupo Z se ocultaba.

—En este estrato hay un arma neutralizadora oculta, con la cuál pondrán a dormir a sus enemigos, sin embargo, sólo puede ser usada una vez. De hacerlo correctamente, todos los de su equipo reducirán sus sentencias 10 años sin importar quién la use. Es decir, que con esta segunda opción no es necesario asesinar a otros.

—¡¿Porqué no nos lo dijo antes?! —respondió Isagi sin poder ocultar su molestia, creyendo que Ego no lo escuchaba.

—¿Uh? ¿Esperaban que les diera las respuestas a todo? —contestó el director en tono de burla y carente de empatía— Les quedan 25 minutos.

Las mesas del comedor fueron estampadas contra la pared, seguido de maldiciones dichas por el hambriento león al acecho.

—Salgan de ahí, plebeyos cobardes. Acepten la dicha de morir por mi mano.

—S-su majestad Barou, ¿escuchó lo que dijo el director? Hay otra manera de pasar esta prueba. —dijo un miembro del grupo Y.

—Sí, lo escuché. —rugió Barou, aplastando una silla con la fuerza de sus manos como una lata de aluminio— El método para los inútiles que pretenden hacerse los inocentes, pero no es más que una opción fácil y cobarde. Yo lo haré a mi manera, ejecutando incompetentes, porque soy el rey asesino.

Isagi se cubrió los oídos ante el rechinido del metal hecho trizas por aquél hombre. Bachira tocó su hombro para señalarle que había alguien a punto de entrar a los baños, ya que la perilla se movía lentamente.

—Dios... por favor... —rezó Isagi, deseando vivir un poco más.

El chico que entró a las prisas fué Imamura y se sorprendió al ver a Isagi y Bachira, acercándose a ellos para decirles algo.

—Chicos, creo que la ví.

—¿Qué cosa? —preguntó Isagi.

—El arma. La que dijo Ego. Está en la rejilla de ventilación del comedor.

—¿Cómo lo sabes?— susurró Bachira ya que podría estar mintiendo.

—No estoy seguro, ví un objeto desde lejos. Me iba a esconder ahí, pero no soy tan alto. Se necesita a otro para subir.

—Isagi, ¿qué piensas? —se dirigió Bachira a él para considerar su opinión.

—Es muy arriesgado. Barou sigue ahí, alguien debe distraerlo, pero quién...

—¡Yo lo haré!

—Bachira, ¿estás seguro?

—Sí, sólo debo jugar con él un momento mientras ustedes consiguen el arma, ¿no?— El chico de ojos amarillos sonríe y se dirige a la puerta mientras estira sus brazos.

—Ah, salió un miserable de su escondite. —se regocijó Barou cuando Bachira se dirigió hacia él.

—Tengo una pregunta para el rey. -habló mientras tronaba sus dedos y las pupilas de sus ojos se dilataban extasiados— ¿Le gustaría hacerse amigo de un mounstro?

Quedan 20 minutos.

PENTÁGONO DE LA MUERTE Donde viven las historias. Descúbrelo ahora