Prólogo

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04:00 am
Washington, DC.

Una sombra se movía entre los árboles del parque, con pasos rápidos y firmes. Su respiración salía como vapor al aire, por el bajo clima de invierno en la ciudad. Así que gracias a la bufanda que rodeaba su cuello pudo controlar sus jadeos y calentar lo que podía ser la mitad de su cara. Por otro lado, aparte del frío que calaba sus huesos y la chaqueta que cargaba, su cuerpo se encontraba temblando y su corazón latía contra sus costillas con demasiada adrenalina y miedo corriendo por sus venas. Su mente aún no podía comprender el significado de aquella investigación, su lógica daba muchas vueltas y al final terminaba en el inicio con sus mismos hilo de pensamientos con la misma interrogante.

¿Por qué?

Sosteniendo ahora con más fuerza aquel sobre que tenía en su mano, adelantó más sus pasos. No iba a dejar que nadie se lo arrebatará, que tuviera aquellos documentos donde pondría a todo Estados Unidos en una gran tragedia, tal vez la peor después del 11 de Septiembre. Y él no dejaría que ocurriera eso. Tenía que llegar a entregar aquella noticia, tenía que advertir lo que estaba sucediendo.

No podía fallar.

La persona que lo esperaba, era su apoyo, su seguridad y confianza. Y sabía que lo ayudaría con ese tema, desenmascarar a todos esos peces gordos e infectados de codicia y avaricia. Sabía que él podría entregarle la información al nuevo presidente quien sea electo para que tome acción en ese asunto. Esperando que no sea parte de aquella decepcionante y temible gestión que ocurría en la oscuridad de aquellas paredes.

Siempre ha querido formar parte de la historia. Ser un héroe. O al menos formar parte del equipo que genera el cambio. Y con aquella información y confiando en las personas correctas, podían lograrlo. Podían incluso salvar el mundo.

Dobló por una calle después de cruzar el parque y trotando por los semáforos, llegó a lo que es un edificio urbanizado. Miró a sus lados disimuladamente y después se acercó al costado del bar que se podía apreciar debajo de aquella construcción. Sushine Black. Se podía leer en su cartel apagado. Era un bar concurrido y popular, estilo lejano oeste, pero a la vez con toque de modernidad. Además, su éxito de los viernes de papas espartanas con su oferta de mojito dos por uno, era de los mejores y la mayoría venía aprovecharlo. Era un excelente bar donde te olvidabas de las responsabilidades de DC y conocías personas, que podían terminar siendo las más importantes de tu vida.

De repente un nudo se formó en su garganta y cerró sus ojos un momento, inhalando. Aquellos recuerdos nunca iban a dejar pesar en su mente y corazón. Y la culpabilidad de la decisión que le dijo esa noche bajo la lluvia, le quemaría los huesos por siempre. Negó rápidamente, tenía que concentrarse. Incluso que en ese momento vería al hombre al que le jodió el mundo, lo que tenía en manos era más importante que sus sentimientos.

Se metió por un callejón para ir a la puerta de entrada del edificio. Una reja negra se consiguió después de subir cuatro escalones y abrió cuando sacó las llaves respectivas de su loft. Al entrar, rápidamente comenzó a subir las escaleras, saltándose dos escalones de vez en cuando. Ya su mano quemaba por el papel que cargaba y el peso cada vez se asentaba en sus hombros.

Cuando llegó al piso, se deslizó por el pasillo silenciosamente, no se escuchaba nada, solamente su respiración que estaba errática por el ejercicio y además de la ansiedad. ¿Él ya estaría allí? ¿Estaría sirviéndose su té de frutos rojos, mientras ve la noticias en su celular, pendiente de que llegará y darle la bienvenida? ¿En verdad lo apoyaría con lo que tenía? Con todo su corazón, esperaba que fuera así y nada fuera incómodo, porque necesitaba que ambos estuvieran claros en lo que se estaban metiendo. Apretó su mandíbula intentando mantenerse en tierra, él había dicho y confirmó al reunirse, así que no debería dudar en él. Siempre lo ayudaría sobre cualquier problema, ambos prometieron estar uno al otro, sin importar qué.

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