Capítulo 5

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Aitana Méndez

Subió los escalones de la escaleras en dos por dos, que la llevaban al segundo piso de la Casa Blanca, específicamente la residencia de la presidenta. Antes de entrar, acomodó su cabello en una cola de caballo y tomó varias respiraciones para no demostrar lo nerviosa que estaba. Era su primera vez que rompía las reglas, aunque intentó redimirse al avisarle a su jefe de lo que iba hacer y haberle comentado de que la presidenta se lo “ordenó” directamente, aun así había mentido con sus intenciones, con lo que sentía y quería.

Negó rápidamente sin querer llevar sus pensamientos por ese camino y entró por la puerta de los trabajadores, caminó por el pasillo de la estancia hacia la sala de estar consiguiéndose de inmediato a Bridget, esperándola. Alzó sus cejas al verla ya lista y preparada, sus ojos vagaron en ella y tuvo que apartar sus ojos recordando en ser respetuosa. Sonrió cuando chocaron miradas y le respondió con la misma sonrisa, notando el optimismo de ella por estar allí. No supo el porqué sus entrañas vibraron y se apretaron al saber que ella estaba feliz de que hubiera llegado, pero no lo iba a olvidar por un tiempo, o tal vez nunca

Por primera vez, se sintió importante para alguien después de mucho, por un momento.

—Buenos días, señora presidenta –saludó Aitana aun con su sonrisa y apretó su pequeña mochila donde llevaba agua y una toalla—. Veo que ya está preparada, ¿Nos vamos?

Aitana notó como la rubia rodó los ojos y supo de inmediato el porqué y fingió demencia, mientras no despegaba la mirada de sus acciones—. Buenos días, Aitana. Y sí, estoy lista –empezó a caminar adelantándose y la siguió para ir al gimnasio privado de la contraria—. ¿Preparada para ser acabada por mi? No te lo haré fácil, te lo advierto.

Rió sin poder evitarlo y la miró con diversión y curiosidad, saliendo de la residencia al pasillo y de allí a donde iban a empezar a ejercitarse—. ¿Ahora estamos bromeando, señora presidenta?

Dentro del gimnasio, comenzó a quitarse su suéter colocándolo en el perchero, quedando con una camisa blanca holgada y sus calzas deportivas. Sacó su agua y la toalla dejándola cerca de su disposición y después tendió su mochila con sus pertenencias. Al terminar, noto a la presidenta a su lado haciendo lo mismo, pero esta vez, la rubia se movió buscando dos colchonetas de yoga, dándole una.

—Dime Bridget, por favor. Y no, no es broma, como te dije es una advertencia, veremos si tienes la resistencia para soportar una hora de pilates intensivo. La mayoría no lo logra –le guiñó el ojo dejándola allí un momento analizando lo que está pasando y si aquello fue coqueteo o no, pero reaccionó de inmediato, al recordar el porqué estaba aquí.

Era trabajo, no debía suceder ni incluir más nada. No debía dejar que sus emociones intervinieran y la metiera más en problemas, aunque ahora no ha provocado ninguno, porque ha estado jugando bien sus cartas, aun así, debía ser precavida.

Sin embargo, le siguió la broma a la contraria—. No soy igual que la mayoría y se lo demostraré. Mis años en la armada, no fueron para nada –sonrió con altivez para después seguirla y acomodarse a su lado al frente de los espejos grandes que se extendían por toda una pared.

Bridget la miró con intensidad al escucharla y después negó con una sonrisa, mordió su labio y mostró algo de maldad en sus facciones—. Eso lo averiguaremos en este momento.

Dicho eso, empezó a buscar la rutina en su celular para conectarlo en la televisión arriba de los espejos y Aitana por su lado inició con estiramiento, ya que a pesar de todo, lo que menos quisiera es que se le acalambrara un músculo y no estar en funcionamiento en su trabajo, porque después de allí tendría que volver a las sombras de la presidenta y no estar presente, significaba deficiencia en su trabajo. 

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