Capítulo 15

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Aitana Méndez

Después de que la gran noche llegará a su finalidad, las personas comenzaron a retirarse y la presidenta estuvo en la entrada, despidiéndose de ellos y compartiendo las últimas y pocas palabras con algunos gobernadores citados ante la reunión concretada al día siguiente que iban a tener, pero aparte de temas de trabajo, recibió felicitaciones por la gala y su buena atención que habían disfrutado.

Algo que le colocaba muy feliz y obviamente podía notar. Era imposible separar sus ojos de la radiante calidez de la piel de Bridget o sus ojos achispados de la felicidad de estar haciendo bien las cosas. Sintió su pecho inflarse de sensaciones gratificantes y de afecto, que poco a poco lo comenzaba a entender.

Cuando el último invitado se fue, a pesar de que Bridget se negara a  cualquier petición suya de ser llevada a la Casa Blanca mucho antes como las demás persona y la opción de que otra persona pudiera despedirse por su nombre; se estaban dirigiendo a la camioneta que las esperaban por una puerta trasera del salón de eventos. La escoltó detrás, mirando a su alrededor como siempre, en busca de algo sospechoso e inusual y cuidando su posterior, pero todo estaba en su lugar.

No había peligro, exceptuando lo que había pasado con anterioridad en unos de los salones. En su interior pedía volver a estar así rápidamente, tenerla en sus brazos o estar en los de ella. Enredarse, buscar y desear para después conocer los confines de cada parte de la otra. Sus dedos cosquilleaban para sentir su cercanía, su presencia; oler su perfume, saborear sus labios y olvidarse de la realidad.

Salió de su mente cuando recordó donde estaba y que estaba haciendo y de inmediato encendió la radio, dando el aviso—. Todo en orden. Diamond, vuelve a la casa de ventas. Nos vamos –miró a la chica que se detuvo en el pasillo, más adelante que ella, mirando como inspeccionaban nuevamente el exterior. Se acercó para asomarse igualmente y alzó su pulgar a Rodwy, que de inmediato se bajó de la camioneta para abrir la puerta.

Los otros guardaespaldas y compañeros se colocaron a distancias prudentes y rodeando el auto, siendo un muro de contención para la presidenta. Al ver todo el procedimiento finalizado, su atención fue a su protegida, notó como ella la miraba fijamente con una sonrisa disimulada y su cabeza algo inclinada, contemplándola. Se sorprendió al inicio e intentó no corresponderle, pero su mirada la delató colocándose cálida—. ¿Estás bien? ¿Necesitas algo?

La contraria solo sonrió un poco más dulcemente por la preocupación y se abrazó un poco, encogiéndose de hombros sin ser abusiva—. Tengo algo de frío y me duele los pies por los tacones –comentó con una mueca adolorida y sincera, generando que, sin poder evitarlo y sin poder tener el impulso de cuidarla más de lo usual, se quitará su saco y se lo colocará en sus hombros para después sacarse sus Converse y dárselos también—. Oye, ¿Qué haces? –preguntó la rubia divertida al verla casi desnudarse al frente de ella, queriendo hacer el momento más divertido, se inclinó—. Si quisiera verte desnuda, te lo pediría, pero como no lo hice, no hay necesidad de ser gráficos ante todos.

Aitana abrió sus ojos y se sonrojó, queriendo decirle a Bridget que se callara porque la radio estaba encendida, pero ya era demasiado tarde. Miró por encima de su hombro a algunos de sus compañeros y notó algunos con sus facciones contraídas aguantando las ganas de reírse. Se sonrojó aún más hasta las orejas y sus ojos fueron a Bridget con una sonrisa apretada, intentando no comentar algo indebido que no demostrará alguna cercanía más allá de los límites.

Después la haría pagar dulcemente a solas. Negó ante esa idea y se concentró en lo que hacía, fingiendo templanza, mientras seguía en su papel de trabajadora profesional.

—Señora presidenta, tengo que cuidarla. Además su comodidad me importa, así que por favor, colóquese mis zapatos y deme los tacones. No es necesario el comentario, aunque no hay nada en que disculparse –bajó a los pies de ella y con cuidado agarró su tobillo—. Sostengase de mi, no queremos accidentes –alzó su mirada, mientras sus dedos aprovechaban de acariciar su pantorrilla desnuda y apretó, generando un rastro de piel erizada y un jadeo bajo y sorpresivo de la contraria a la vez que hacía caso.

The Hidden TruthWhere stories live. Discover now