Capítulo 1

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Aitana Mendez

Todo era un desorden. La Casa Blanca estaba hecha un pánico y euforia, donde el personal quería que todo estuviera impecable para cuando llegará la nueva presidenta. Sí, presidenta. La segunda mujer que ha sido electa para ser la representante de una nación tan grande como era Estados Unidos.

La mayoría de las personas, mayormente republicanos, no la querían. Decían que el puesto que se le había otorgado, era para personas con experiencias y con mente más duras y “maduras”; que aquellas personas que habían votado por la nueva electa, estaban yendo contra las tradiciones estadounidense y era una ofensa para sus antepasados. Obviamente, el trasfondo de que un hombre lo haría mejor que una mujer, se detectaba a millones de distancia y más con algunas personas del congreso nacional.

Suspiró mientras se cerraba un botón de su traje e hizo una mueca al mirarse en el espejo del baño. Odiaba usar ropa formal y más cuando se trataba de un smoking, pero lamentablemente debía utilizarlo y acostumbrarse a aquello, porque era el uniforme del Servicio Secreto. Trago grueso y sintió el peso asentarse en sus hombros ante esa realidad. Abrió la llave de agua y mojó sus dedos para después pasarlos por los costados de su cabeza para mantener los mechones de cabello controlados. Debía verse presentable, formal y profesional.

Era su primera vez trabajando para ser el escudo protector del presidente de Estados Unidos. Antes había estado en el equipo de seguridad del gobernador de Oklahoma, donde permaneció su tiempo allí, mientras investigaba cómo subir a las grandes ligas. Cuando pudo entrar a lo que es la agencia en Washington y comenzar su proceso, supo que lo que estaba haciendo era lo que necesitaba y era lo correcto.

Durante los meses que estuvo en el establecimiento, experimentó y pasó cada una de las pruebas con inteligencia y disciplina. Incluso las entrevistas psicológicas de su pasado y presente, que a pesar de haber sido una tortura, la superó también con capacidad y eficiencia. En el área física y de armamento, salió con las mejores recomendaciones. Después de todo, el entrenamiento militar ayudó mucho para conseguir aquel trabajo. Había que aprovechar la parte positiva de esa parte de su vida, no lo que sucedió después y traer a colación su despido en un sobre donde decía que su estancia y dedicación para la armada, era agradecida e importante para ellos, además de otras palabras democráticas sin sentido, que solo la hacían deprimirse.

Salió de su mente cuando escuchó el toque de la puerta y cerrando la llave de inmediato, supo que estaba lista para lo que se vendría. Salió de aquel pequeño cuarto de baño y se consiguió con su mejor amigo. Sonrió, negando levemente, al ver cómo peleaba con su corbata.

—Dios, como odio estás cosas.

—Ven, déjame que te ayude. Todavía hay tiempo, así que vamos hacerlo con calma –interrumpió sus movimientos, quitando sus manos y colocando las suyas en la tela para hacer el nudo—. ¿Cómo es posible que una simple tela le gane a un mastodonte de 300 kilos con la mejor inteligencia en tecnología? ¿Deberíamos colocarlo como prueba para los próximos agentes?

El hombre bufó y golpeó la frente de su amiga con sus dedos, haciendo que ella hiciera una mueca y se vengará un poco ahorcandolo al subir el nudo—. ¡Oye, cálmate sanguinaria! Y sobre tus palabras dirigidas como dagas a mi ego, eso no es necesario. Sí sé cómo colocarme una corbata, pero en este momento, no es mi culpa que mis nervios me den una mala jugada.

Aitana levantó sus ojos a los de él y negó levemente con desaprobación, mientras acomodaba la tela de su cuello. Si los vieran así, pensarían que eran pareja, pero esa era una realidad muy distinta. Demasiado distinta. Aunque los sentimientos que tenían por el otro, eran completamente platónicos y sinceros, donde se protegerán mutuamente sin importar que, no se alejaba de la región de amistad. Y nunca cruzarían ese límite, sobre todo cuando ambos bateaban para bandos distintos.

The Hidden TruthWhere stories live. Discover now