Capítulo 4

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Aitana Méndez

Seguir a la presidenta cómo su sombra cocida en sus talones como la historia de Peter Pan, estaba saliendo a la perfección. Se mantenía callada y atenta, sin molestar ni siquiera con su respiración. A donde ella iba, la seguía, hasta que su turno finalizaba y su puesto lo tomaba Archie, Charlotte o Rodwy, dependiendo de la rotación de actividades. Por mucho de que cada uno tenía su puesto fijo, aún así la primera labor es cuidar a la presidenta estando, incluso, dentro de la Casa Blanca

A pesar de estar trabajando hace pocas semanas y la presidenta poco a poco ha estado acostumbrándose a su mandato. Rápidamente se originó una rutina que ya la conocía a la perfección. Iniciaba su mañana a las 5 de la madrugada, donde hacía su primera actividad que duraba una hora aproximadamente, lo cual se trataba de ejercicio. Más específico, pilates.

Después subía a la residencia para cambiarse y comer, dependiendo de lo que cocinaba el chef Bernando, pero nunca faltaba su café. Y sí, obviamente, sabía cuál era. Un capuchino de vainilla, con salsa de caramelo y crema batida. Al finalizar su desayuno, le agradece al chef por su trabajo e interactúan algunas palabras animadas e intercambian ideas para las demás comidas y opiniones de su propio menú personal.

De allí se dirige al Ala Oeste, donde comienza su trabajo. Iniciando desde la Oficina Oval, hasta las diferentes salas de reuniones, yendo sin parar hasta la noche.

No era una acosadora. Simplemente era su trabajo estar pendiente de cualquier acción que hiciera la mujer que respaldaba, ya que si sucediera una situación, al menos sabría cómo actuar en torno a la presidenta y cómo tratarla. Ir conociéndola de ese modo, era curioso e intrusivo, pero intentaba no pensar aquello. Se decía en su mente que era trabajo y debía ser así. Cuidarla en todo momento, no separar sus ojos en ella y estar en sintonía.

La seguía sin importar que, incluso a veces cuando iba al baño donde la esperaba claramente en un costado de la puerta. A pesar de que la Casa Blanca era la más segura de todas, igual debían ser precavidos, después de lo que le había sucedido a la primera presidenta y su ataque y muerte. No iban a dejar que sucediera por segunda vez.

Ella lo impediría.

Pero aparte de todo eso, algo más estaba ocurriendo entre las dos, que no sabía el qué y el porqué. La interacción y atracción que sintieron la primera vez que se vieron, ha tomado intensidad gracias a las miradas robadas y las pequeñas sonrisas que recibía por el lado de ella por encima de su hombro. Todo aquello era imposible de ignorar. Obligaba a su mente a estar pendiente de su entorno o de sus pensamientos o la ansiedad de que esa situación aumentará o se saliera de control y las consecuencias que traería.

Casi todos los días, luchaba con todas sus fuerzas en mantenerse en su lugar detrás, en vez a su lado, ya que a veces la forma en que chocaban en los pasillos, rozando sus hombros o cuando la presidenta miraba por encima de su hombro, comprobando si seguía estando detrás de ella, como había prometido. Movía sus huesos rígidos y su corazón sin apego.

Aquella mujer era un imán, una atracción magnética que la atrapaba, la envolvía y la hacía querer estar pegada a ella. No sabía que la hacía especial, pero debía luchar contra ello.

—Hola

Se sobresaltó cuando escuchó la voz de la mujer que consumía sus pensamientos y se volteó consiguiéndose con su presencia detrás suyo. Estaban en la Residencia. Un lugar al cual nunca imaginó que estaría, pero allí estaba, su existencia conociendo cada rincón de la vivienda de cada uno de los ex presidentes que llegó a habitar allí. Era el santuario de los grandes gobernadores, la vivienda de la élite, llena de historia, belleza, pasado y futuro.

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