Capítulo 1- Clic

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"Son las 8 de la mañana este jueves aquí en Montevideo... Soy Berch Rupenián desde Impacto por Radio Independencia..."

Julia suspiró mirando el amplio ventanal por el que iban y venían los aviones a Guatemala mientras su pierna derecha rebotaba al compás contra el suelo.

"...iniciando este fin de semana largo de cuatro días con previsión de sol y clima templado para que la pasen muy muy bien..."

― ...sí está bien, te aviso cuando lleguemos.―La chica giró la cabeza hacia su acompañante que hablaba por teléfono mientras paseaba distraído de un lado a otro del aeropuerto. Había recibido la llamada de su esposa que le esperaba en casa, en Madrid.

Un poco más atrás se oía un grupo de jóvenes gritar entre risas mientras un hombre algo más mayor repasaba una lista ― ¡Canessa, Roberto Canessa!―Uno lanzaba un balón de rugby a otro―¡Alexis!

No muy lejos de ahí una pareja se despedía de cuatro niños, se abrazaban con cariño―Se van a portar bien...― decía la madre alejándose de ellos mientras les dedicaba una mirada cargada de amor.

Julia lo miraba todo atenta sin parar de mover su pierna derecha de manera distraída, odiaba los aviones. Le aterraban desde que era una niña, se había enfrentado a innumerables situaciones de peligro desde que empezó su práctica profesional como esquiadora de travesía. Días de frío glaciar, avalanchas, desprendimientos en montaña... Pero los aviones era un tema pendiente para ella.

―Lía, tienes que parar esa pierna―Francisco, su entrenador le puso la mano en la rodilla derecha mientras la sonreía, no se había dado cuenta que había dejado de hablar con su mujer― es un vuelo muy corto, no puedes ponerte así.

―Ya sabes, que me dan un poco de miedo los aviones―sonrió Julia frotándose las sienes mientras apoyaba sus codos en las rodillas.

―¿Trajiste la pastilla?

―Sí, la tengo aquí―Julia se metió la mano en su chaqueta y sacó dos pequeñas píldoras de color blanco―Pero quiero intentar no tomármelas. No puedo estar así cada vez que cogemos un avión...―Murmuró volviéndolas a poner en su sitio.

Francisco se rió negando con la cabeza mientras se recostaba en su asiento―No, no podemos estar así cada vez que hacemos una expedición.

―En España hay buenas montañas, igual podríamos no coger tanto el avión.

―Las montañas de España las ha subido y bajado mil veces, eso ya no es suficientemente complicado para ti, y lo sabes.

Julia le miró y le enseñó la lengua― ¿Y por eso tenemos que ir hasta Chile?

―Los Andes es una de mis montañas favoritas. Debemos estudiar bien la zona antes de decidir qué ruta coger―Francisco extendió un mapa frente a su aprendiz y señaló Chile― Tengo que enseñarte el Túnel del Cristo Redentor, es un paraje espectacular.―Fue señalando la cordillera plasmado en el mapa haciendo un zigzag con su dedo hasta llegar a Argentina― hay una carretera en zigzag que en tan solo las primera 20 o 29 curvas ya asciende 300 metros, y en total son unos 2,8km de altura.

―Genial, ahora además del avión, también es probable que vomite en el coche.

Francisco soltó una carcajada arrugando el mapa en sus manos.―Mi pequeña Lía, puedes hacerlo. Hemos estado en situaciones mucho peores―revolvió el pelo castaño de la chica con una mueca.

Lía, así la llamaban sus amigos, Julia solo la habían llamado sus profesores del instituto o colegio. Por contrapuesta ella llamaba a su maestro Cisco en vez de Francisco. Se conocían desde que ella tenía 8 años y había comenzado a mostrar interés en el esquí, su padre lo practicaba de manera profesional hasta que un diagnóstico de fibrosis pulmonar terminó con su carrera, convirtiéndose en un simple padre que disfrutaba viendo como su única hija seguía sus pasos abriéndose camino como una de las jóvenes promesas del esquí de travesía.

Cisco era un amigo íntimo de su padre, con el que había entrenado hasta el final de sus días en la disciplina. Y Lía a sus 18 años ya había participado en varias competiciones a nivel internacional en la modalidad de parejas mixtas con él consiguiendo el oro en dos ocasiones. E incluso llegó a participar de manera individual una única vez, que acabó siendo la última, a pesar de la insistencia de Cisco en que volviera a intentar esa vertiente del deporte. 

Las risas del grupo de jóvenes uruguayos rompieron el hilo de pensamiento en el que se hallaba Julia, miró como hablaban y se pasaban la pelota de rugby entre ellos.

―Esos chavales viajan en nuestro avión―comentó Cisco mientras guardaba el mapa en la mochila y se levantaba de su asiento―Creo que son un equipo de rugby o algo por el estilo. No me acuerdo bien. Deberíamos ponernos en marcha, parece que ya sale nuestro vuelo―Se cargó la mochila de expedición a un hombro y con la otra cogió el bolso de piel donde portaba su ropa.

―Debe ser grande el avión para que vayamos tantos ¿no?―Cisco sonrió mirándola con una mueca juguetona. Lía lo miró rodando los ojos― no lo digo porque tenga miedo... es solo un comentario.

El hombre se rió mientras su compañera se cargaba su mochila de expedición igual que había hecho él―Si, claro...

―Para tener 50 años tienes muchas ganas de vacilarme―le guiñó el ojo.

―Y tú para conocerme desde los 8 deberías saber, ya de sobra, que siempre he tenido ganas de vacilarte.

Julia le dio un empujón cariñoso haciendo que se pusiera en marcha un par de metros por detrás del grupo de jóvenes. A su espalda la chica miró por última vez el ventanal mientras recogía su maleta del suelo y seguía a su maestro.

Anduvieron por los pasillos del aeropuerto siguiendo el coro de risas y gritos que provocaba el equipo de rugby. Lía rodó los ojos, si ya tenía dolor de cabeza por el estrés esos gritos no estaban ayudando en absoluto.

Salieron al exterior, la chica pudo notar la ola de frío revolviendo su pelo, aprovechó para ponerse su gorro de lana, tejido a mano por su madre. La chica quedó helada, pero no por el aire sino por la imponente máquina que tenía delante: un avión blanco y negro con dos grandes hélices bajo cada ala. Tragó saliva en silencio mientras quedaba estática en su sitio, pudo notar como su estómago cosquilleaba por la ansiedad.

―¡Pónganse para una foto!―gritó una chica rubia que acompañaba al grupo de jóvenes mientras cogía una cámara que llevaba colgada al cuello uno de los chicos.

Todos vitorearon la idea y corrieron a ponerse en formación para tomar la instantánea con el avión de fondo. Cisco se quedó al lado de su compañera viendo como el grupo formaba y posaba para la foto.

―¡1, 2...

―¡Sonreí Javier!―Gritó una de las mujeres que se habían quedado a un lado, Julia pudo reconocer a la mujer de la pareja que antes había visto despedirse en el aeropuerto.

El chico que antes portaba la cámara rompió su posado y corrió hacia la chica rubia ―¿Sentiste que hizo clic?

La chica le sonrió asintiendo mientras se alejaba dejándole con la cámara en las manos. El chico volvió a colocarse la cámara en el ojo y comenzó a mirar a través de esta buscando un ángulo, una imagen que mereciera la pena retratar, se quedó paralizado al encontrar a Lía en su mira. Esta le devolvía la mirada con los ojos entrecerrados por el sol que iluminaba su piel pálida. Su gorro de lana rosa decoraba su cabeza mientras los cabellos ondulados de color chocolate se mecían en el viento frío de Montevideo.

"Clic" hizo la cámara.

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