Capítulo 6- Las mejores milanesas

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Punto de vista de Julia.

Los que mejor se encontraban físicamente se habían dedicado a sacar los asientos del habitáculo intentando ganar espacio para vivir en él. Me di cuenta pronto que en ese equipo de rugby había un capitán: Marcelo. Él llevaba la voz cantante y organizaba al resto de gente. Un líder innato, una persona capaz de ganarse el respeto del grupo y velar por él. Sentía pura admiración por ese chico, incluso en una situación así saber que tienes el peso de tu gente sobre tus hombros debe ser increíblemente estresante, yo a penas podía velar por mí misma en la montaña sin Cisco a mi lado.

Siempre había deseado ser una de esas personas que tenían una fuerte convicción de que eran capaces de hacer lo que quisieran. Pero no lo era, ahora me sentía tan pequeña y débil que a penas tenía fuerzas para llorar.

―Platero, todo lo que encuentres que creas que puede servir, ponelo en una vajilla―Decía a unos.

En un lado la escasa comida y en otro, utensilios múltiples.

―Vamos muchachos, vamos. Hay que priorizar a los heridos. Vamos a acordar el lado este que es donde está pegando el sol ahora. Y le damos al que lo necesite el máximo cuidado posible―Encomendaba a otros.

Roberto atendía a todos en la medida de lo posible, completamente desbordado. Numa había conseguido aprender a curarme la herida y él se encargaba de ello, además de atender a otros. Estaba claro que era un chico polivalente e inteligente que disfrutaba ayudando a otros, tenía una mirada compasiva y sensible. Nunca había conocido a alguien como él.

―¿Y con los muertos qué se hace?―Preguntó Numa frotándose las manos.

―Los acomodamos ahí―Señaló con la cabeza a un claro en la nieve― a un costado. Hasta que venga el rescate.

¿Y si no llega nunca? Me pregunté apoyada en la pared de la aeronave al lado de otros cinco pasajeros que tomaban el sol mirando como el resto trabajaban. Éramos los lastres del equipo, los que no podían hacer nada, los tullidos, heridos y moribundos. Esperando a curarnos y mantenernos con vida en este infierno helado, o con suerte, morirnos. O eso opinaba yo.

Fin del punto de vista.

Marcelo va repartiendo comida en una bandeja, un trozo de pan con un pedazo de mejillón para cada uno. Julia no tiene hambre, pero se obliga a comer el alimento y dar gracias por poder hacerlo. A su lado Numa hace lo mismo.

―Encontré algo, creo que es tuyo―Le dice el chico a Julia que miraba distraída las montañas delante de ella, analizaba la nieve, la pendiente y la envergadura de estas, siempre llegando a la misma conclusión: estaban jodidos. 

Se gira mirando como este busca en su chaqueta.

Sus ojos se abren con sorpresa al ver su gorro de lana rosa que ya poco tiene de ese color―¡Mi gorro!―Lo coge rápidamente y se lo lleva a la cara notando la suavidad.―¿cómo supiste que era mío?

―Te vi con él antes de coger el avión―murmuró Numa mirándose las manos.

―Gracias―sonrió ella sin enseñar los dientes―me lo hizo mi madre ¿sabes?

Numa la miró y le devolvió la sonrisa sin enseñar los dientes.

El ruido de un avión hace que ambos dirijan su vista al cielo, el chico se levanta corriendo al igual que el resto de los sanos. Todos comienzan a gritar y zarandear los brazos intentando captar la atención de los visitantes. Nada.

Julia los miró sin decir nada. Había visto suficientes montañas desde las alturas para saber que era imposible que los pedazos de la aeronave se pudieran distinguir ni a esa altura ni a mucho menos. Deseó poder vivir en la ignorancia de creer que alguien podría rescatarles, pero tenía la certeza de que si eso ocurría no iba a ser con un avión desde las alturas.

La Sociedad de la NieveWhere stories live. Discover now