Capítulo 7- La regla de tres

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Al día siguiente Julia no despertó con el resto. A penas respondía a las preguntas que le formulaban Numa o Roberto.

Fuera Daniel dibujaba una cuadrícula en la nieve con un palo, al llegar estos dos últimos comenzó a explicar―Los Andes son inmensos. Seguramente organizan la búsqueda de alguna manera, por zonas.― Eduardo asintió escuchándole―Hoy los escuchamos un par de veces, pero no los vimos. Seguro que están buscando en otra zona.

―Si nos siguen buscando es que no nos han visto.

―Van a venir, hay que tener fé―interrumpe Marcelo como siempre optimista por el grupo.

―¿Fé? ¿Cómo fé?―frunce el ceño Fito mirándolo con sorpresa.

―Ni una palabra de esto a los más chicos. Si se lo dicen, les van a hundir la moral. Ustedes son los más grandes acá y tienen una responsabilidad. El rescate va a venir.―El capitán da por terminado el debate y se marcha.

―¿Cuánto podemos estar así?―Pregunta Fito mirando al resto de compañeros.

Roberto lo mira con los ojos entreabiertos por el sol― ¿Conocés la regla de tres? Tres minutos sin respirar, tres días sin beber agua y tres semanas sin comer.

―¿Tres semanas sin comer? Yo llevo tres días y ya me estoy muriendo de hambre.

―Acá es mucho peor. Estamos helados, en altura. Estamos consumiendo tres o cuatro veces más calorías de lo normal.

Se hace el silencio, Numa es el único que se atreve a romperlo.

―Roque nos habló de las baterías, iban en la cola del avión. Para mí―se señala el pecho―hay que subir a buscarlas allá―dirige sus dedos hacia la montaña que se muestra imponente frente a ellos―donde chocamos, y hacer funcionar la radio.

Roberto no lo duda y asiente, nadie dice nada más. Se dispersan y comienzan a montar un equipo de protección rudimentario, unos con cables, otros con pedazos de asientos.

Julia ya despierta les observa caminar de un lado a otro buscando trozos de material, Numa se acerca a donde está ella para coger un cable que colgaba en la pared.

―No vayáis―murmura la chica abrazándose las piernas mirando al moreno que agarra el cable con las dos manos. Le costaba abrir los ojos, pero hacía el esfuerzo de mantenerse despierta mientras hablaba con alguien.

―No podemos quedarnos acá.

―No podéis ir sin equipación, no tenéis ninguna experiencia. Vais a morir allí arriba.

―Bajaremos hoy mismo, antes de que anochezca.

―No vais a llegar antes de que anochezca.―Responde Julia con contundencia. Ella conocía las montañas como la palma de su mano, y había andado por cientos de ellas.― Parece que está cerca, pero no lo está. Además no habéis comido a penas, además ha hecho sol estos días, la nieve no estará estable y podríais encontraros con un alud.

Numa tira del cable con fuerza consiguiendo que se desprenda― Tenemos que intentarlo―le contesta mirándola mientras enrolla el cable con ayuda de su hombro.

La chica no añade nada más. Sabe que no va a convencerles, ninguno de los presentes sabe quién es ella, ni el deporte al que ha dedicado su vida. Sus consejos no valen nada aquí. Mira como el moreno se levanta y se aleja para encontrarse con el resto del grupo que emprenderá el viaje. Al volver a mirar al interior del habitáculo nota un par de ojos sobre ella, la mujer, Liliana la mira con curiosidad desde su posición, sentada al lado de su marido.

Julia vuelve a tumbarse, le cuesta mantenerse despierta, y ahora que no está su compañero no le apetece hablar con nadie.

Numa, Carlitos, Fito y Roberto emprenden su expedición ante la atenta mirada del resto de supervivientes.

La Sociedad de la NieveWhere stories live. Discover now