Capítulo 2- Nos mordió un poquito el tiburón

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Cisco miraba el mapa como si le fuera la vida en ello mientras murmuraba palabras, Lía agarraba su reposabrazos clavando las uñas en el cuero que lo recubría. Tenía los ojos cerrados con fuerza y respiraba inhalando por la nariz y soltándolo por la boca. Su pierna retumbaba contra el suelo, otra vez.

1, 2, 3... inhalaba. 1, 2, 3, 4, 5, 6... exhalaba.

― No nos debe de faltar mucho para llegar―giraba el mapa de un lado a otro― están las montañas completamente nevadas, es posible que vayamos a tener que esperar para comenzar la subida. La nieve parece poco compacta, y hay alto riesgo de avalanchas.

―Estupendo.―Murmuró Lía sin abrir los ojos.

Cisco se giró agarró la mano de su compañera de viaje―Ya casi llegamos, lo estás haciendo muy bien.

―¿Cuánto puede quedar?

A pesar de que no tenía ni la más remota idea quiso tranquilizarla― Una media hora como mucho.

Julia abrió los ojos y asintió mirándole. A su espalda el resto de la tripulación hablaba y reía mientras se levantaban para ir a ver al resto de compañeros, la chica envidió esa falta de miedo que les permitía disfrutar del viaje.

3 chicos miraban a otro que les inmortalizaba con una cámara, otros jugaban a las cartas entretenidos hasta que un vaivén en el avión desconcertó a todos provocando que Lía soltara un grito agudo y volviera a cerrar los ojos.

―Nos mordió un poquito el tiburón―rió uno de los chicos

―La cordillera ¿eh? De verdad que se quiere chupar a cada uno de los que pasan por encima―dijo otro provocando las carcajadas de su compañeros.

―No me jodas, que va a haber turbulencias...―Susurró la chica irritada por las risas de los otros pasajeros― ¿soy la única a la que no le hace ni puta gracia esta situación?

Francisco soltó una carcajada―Es normal que haya turbulencias, hace mucho aire fuera. Es por la colisión de aire caliente y frío ¿sabes?

―Lo que tú digas, pero un meneo más y me tomo una pastilla.

―Me parece bien―asintió guardando el mapa― El otro día hablé con Marcelo, me preguntó qué tal estabas.

Lía abrió un ojo y le miró con el ceño fruncido―¿Y qué le importa a él?―aprovechó para buscar en su mochila el gorro rosa que le tejió su madre y juguetear con los hilos de lana.

―Bueno es el médico que te vio después del accidente en la competición, obviamente quiere saber cómo estabas. Sigue tu carrera desde entonces―encogió los hombros mirando la prenda de lana― opina lo mismo que yo.

Julia resopló y se giró hacia el pasillo dando la espalda a su compañero. Cisco resopló y la agarró de brazo con fuerza pero sin hacerla daño para girarla hacia él.

―¡Me da igual lo que opines de ello!―Dijo la chica antes de que él pudiera decir algo―Te he dicho mil veces a ti y a papá que no pienso volver a participar en individuales.

―Yo tengo 50 años, ¿cuánto tiempo crees que me queda de práctica?

―Me da igual, el día que tú te retires yo lo haré contigo.―Se zafó del agarre y volvió a darle la espalda.

―Lo que pasó no tiene nada que ver con tus capacidades Lía, he trabajado contigo centenares de veces sé bien lo que eres capaz de hacer.

Julia no contestó cerró los ojos y se hizo un ovillo en el asiento. No quería escuchar otra vez el mismo discurso. Francisco resopló negando con la cabeza.

La Sociedad de la NieveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora