Capítulo 5- Yo me llamo Numa

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Punto de vista de Numa

La noche cae como una emboscada, en pocos minutos la temperatura baja 30 grados. Si no nos mató el avión, nos va a matar el frío. Nos apilamos como podemos, vivos y muertos, mezclados. Así pasamos la noche. Gritan los heridos y los ilesos.

Fin del punto de vista

Numa y Roberto apilan maletas en el hueco del avión para evitar que el viento gélido siga congelando a la gente.

Julia tiene momentos de plácida inconsciencia seguidos de angustiosa lucidez. Ahora se encontraba mirando el techo de la aeronave, no pensaba en nada. No podía. Su atención acudía al dolor de su pierna, la imagen de Cisco con la garganta atravesada, la sangre salpicándole la cara y el dolor de su pierna otra vez, era un ciclo absolutamente insoportable. Una lágrima se resbalaba por su mejilla, estaba tan cansada, los ojos a penas se le abrían, tenía frío y no paraba de tiritar. Su cuerpo era un amasijo de dolor y carne que convulsionaba intentando vagamente ganar calor.

Levantó la vista, y reconoció a la gente. Todos se abrazaban unos a otros buscando calor, ella estaba a un lado. Entonces se dio cuenta, no tenía a nadie con ella. Estaba sola. Como en sus peores pesadillas, pero peor, pues esta vez era real. Ya no le esperaría Cisco en la meta para darle un abrazo, no le revolvería el pelo, tampoco la molestaría para hacerla reír y tampoco la diría que todo iba a estar bien.

Otra lágrima cayó por su mejilla.

―¡Nadie se duerme, no se vayan a congelar!―Gritó uno de los chicos.

Otro a pesar de estar acompañado de sus amigos delira en un lado de la aeronave, extendiendo los brazos al aire, buscando un abrazo que nunca llega.

Julia cansada de la visión vuelve a mirar al techo todavía temblando. Nota unos pasos acercarse. Un chico moreno de rizos se sienta a su lado, él también temblaba.

―¿Cómo estás?―Se abraza a sí mismo frotándose los brazos mientras su mirada se dirige a la pierna herida, hace una mueca sin decir nada.

―No lo sé―murmura la chica mirándole con los ojos llenos de lágrimas. No tiene fuerzas para hablar, la boca le sabe a sangre.

―Está bien, has perdido mucha sangre. Pero creo que está controlado―Asiente moviendo los rizos de su propio cabello sin atreverse a mirarla. Se tumba junto a ella mirando el techo.

En ese instante Numa aparece en el campo de visión de Julia, le mira sentarse a su otro lado sin decir nada, tiene los labios cortados por el frío y, al igual que el resto: tiembla. Se tumba también mirando boca arriba.

―Te voy a abrazar ¿sí? Necesitamos calor humano―Dice Pancho dirigiéndose a la chica que le mira sin decir nada, esta asiente.―Girate para la derecha y así hacés presión sobre la herida de la pierna. Abrázale a él―señala con la cabeza a su compañero que ya está de lado dando la espalda a Julia.

La chica obedece en silencio, se gira con la ayuda del joven y abraza la inmensa espalda del otro con las manos temblorosas no sabe si por el frío o la timidez. Quizá las dos cosas. Este agarra sus manos y las envuelve con fuerza alrededor de su cuerpo.

―Tranquila.―Murmura el chico temblando, sin pizca de humor en su tono, casi rogando por el poco calor humano que la anémica chica pudiera darle.

Julia puede notar el aliento del otro en su nuca, no está caliente pero la reconforta de alguna manera. Los tres tiemblan casi al mismo ritmo.

Julia pierde el conocimiento, quizá de la herida o quizá de la somnolencia.

Los primeros rayos del sol se cuelan por las diminutas ventanas de las ruinas, Numa no puede parar de mirar el cuerpo de su compañero Abal, yacía muerto congelado con una expresión de terror en su rostro.

La Sociedad de la NieveWhere stories live. Discover now