Capítulo 8- Afuera hay proteína

6.1K 560 63
                                    

―Marcelo... No vienen, nos estamos muriendo de hambre. Nos estamos consumiendo.―Exclamó Eduardo rompiendo el silencio que se había formado tras la conmoción.

―Siete días y siete noches sin comer nada. Si no comemos, nos vamos a morir.―añadió Roberto.

―¿Comer qué? Vos, estás loco Roberto. Vas a hacer que todos los demás se vuelvan locos también.

Vuelve a invadir el espacio el silencio. Tanto Julia como Numa se dan cuenta de que este tema no es la primera vez que se trataba entre algunos de los jóvenes.

―Afuera hay comida― Nando rompe el silencio mirando a un punto fijo mientras acuna a su hermana.

Numa mira a su compañero estupefacto.

―Afuera hay proteína, la energía que necesitamos. ¿Sabes lo que es una locura? Seguir como estamos.

Lía se gira a mirarle sin poder creer que estuviera proponiendo lo que parecía.

―Roberto tiene razón, estamos hablando de vivir o morir, Marcelo―le apoyó Fito.

―¿Saben lo que pasa cuando dejás de comer por tanto tiempo?

―Roberto―Marcelo le advierte con la mirada.

La advertencia consigue que calle durante un par de segundos, pero vuelve a la carga―El cuerpo se seca como una planta. Se seca el cerebro. No puedes pensar, Marcelo.

―Yo estoy meando negro―comentó otro chico.

―Yo también estoy meando negro―Añade uno más.

Vuelve a haber un silencio.

―¿Y si lo hacemos...? ¿Qué va a pasar con nosotros? ¿Dios nos va a perdonar?―pregunta Carlitos a nadie.

―Si Dios nos puso en esta situación, va a comprender que hagamos lo imposible para sobrevivir.―Le responde Roberto.

―¡Dios no tiene nada que ver con esto! Discúlpame, Marcelo: acá nos trajo la suerte.―Argumentó uno de los jóvenes.

―La mala suerte―Añadió Julia en un hilo de voz que solo escuchó Numa.

―Es solo carne―concluyó otro.

Lía no podía creerlo ¿sólo carne?, no podía parar de repetirse esa pregunta.

―¿Y cómo se corta un cuerpo? ¿Y quién sería capaz de hacerlo?

―Yo... Yo lo hago―Dijo Fito a un lado.

―Yo también―añade Daniel sentado a su lado.

―Yo no voy a comer. Nosotros no podemos hacer eso―responde Liliana abrazando a Javier, su marido.

―Es ilegal comer muertos ¿no vamos a ir presos si lo hacemos?

―Sería como una donación de órganos, ¿no?―Pregunta Pancho.

―¿Qué estás diciendo? Para que sea una donación de órganos, voz necesitás el consentimiento del donante. Marcelo, es un delito. Nosotros no podemos ir, agarrar y usar su cuerpo sin su consentimiento.―Numa rompió su silencio agitado por las ideas que se estaban presentando.

―Tenemos que comer Numa―le respondió Pancho.

―No tenemos ese derecho―le rebatió.

―¿Y yo no tengo derecho a hacer todo lo que pueda para poder vivir? ¿Quién me va a sacar ese derecho?―Espetó Roberto al otro lado de Julia.

De nuevo se hace el silencio. Pancho rompe en llanto, su mejor amigo alcanza su mano para consolarle como puede.

Tras el intenso debate todos se tumban acercándose unos a otros para guardar el calor. Julia mira el techo con Numa a su lado que ya está de costado con la mirada perdida.

La Sociedad de la NieveWhere stories live. Discover now