Capítulo II

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Al día siguiente tuve el gran dilema de tomar el camino que llevaba al parque para encontrar 'casualmente' a Felipe o no, y como no logré elegir, ese día no salí de casa.

No quería forzar nada.

Así estuve toda una semana, hasta que decidí hacerme a la idea que fue algo de una sola vez.

Ser una adolescente que se aferra a un chico, ya no era una opción.

Tenía la suficiente madurez para pasar de página sin tanto lío, o al menos eso quería creer.

Hoy aún resplandecía el sol cuando salía de la residencia de adultos mayores, en donde ayudaba a organizar bingo en su día de juegos.

Todo esto de labor social era demasiado agotador, pero honestamente disfrutaba ayudar a los demás.

Me saqué los airpods que reproducían un podcast sobre la cultura Argentina antes de entrar a subculture coffee, que era una cafetería cercana al mar.

Ya era costumbre venir después de un largo día.

—Hey, Victoria —saludó el gentil chico —¿Lo mismo de siempre? 

—¿Cómo estás, Oli? Sí, lo mismo.

No había nada mejor que un té helado para un día tan caluroso como este.

—¿Lo ves? Te dije que el destino haría su trabajo.

Una cálida sensación se apoderó de mí, al escuchar esa voz a mis espaldas.

Di media vuelta y lo ví después de muchos días, con esa sonrisa que parecía nunca borrarse.

—Que sorpresa verte de nuevo.

—Lo mismo digo —respondió mientras trabajaba en su portátil. —Pero que lindo coincidir, ¿no lo crees?

—Sí, obvio.

Sobre la mesa tenía un par de tazas vacías y una por terminar de algo que parecía ser chocolate caliente, ¿Acaso estaba loco? Estábamos a más de 24°, pero decidí mejor no preguntar.

Me quedé frente a la barra esperando mi bebida, hasta que minutos después Oliver la entregó.

—Añade todo lo que pidió a mi cuenta —le susurré al encargado, que respondió con una sonrisa complice.

—Podés sentarte acá —ofreció Felipe, y sin más acepté tomando asiento frente a él.

—Tienes ojeras.

—Lo sé, es increíble, ¿no? —dijo en tono de broma.

—Sí, te quedan bien.

Eso fue suficiente para que despegara los ojos de la pantalla por un momento y cubriera su rostro con ambas manos, dejando salir una risita.

—No pude dormir lo suficiente hoy, estoy ahogado de trabajo.

Ahora todo tenía sentido, ese pálido rostro pedía a gritos un descanso.

—Felipe, necesitas parar por un momento y despejar la mente.

—El chico lleva horas aquí sin despegarse de la pantalla —intervino Oliver.

—¿Ya comiste algo? —pregunté preocupada.

—No, pero déjalo, estoy bien.

—Es evidente que no estás bien, apaga esto por ahora —dije cerrando la portátil. —Oliver también quiero una pizza napolitana, por favor.

La noche estaba por caer mientras caminábamos, de vez en cuando me giraba para verlo, todo estaba en silencio y eso era extraño en Felipe, pero para nada era incómodo

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La noche estaba por caer mientras caminábamos, de vez en cuando me giraba para verlo, todo estaba en silencio y eso era extraño en Felipe, pero para nada era incómodo. Al menos no para mí.

—Te invitaría a entrar a mi casa, pero por la mudanza todo está hecho un desastre —soltó de repente.

Era imposible que este chico confiara tanto en mí como para querer mostrarme el interior de su casa.

—Hoy no pero me encantaría, Philip —creo que había pensado en voz alta y era demasiado tarde como para corregir. —Lo siento, debí preguntarte antes, ¿Tienes algún problema si te llamo así?

—Ninguno, de hecho, se oye lindo cuando lo decís.

THE ACTOR | Felipe Otaño Where stories live. Discover now