Capítulo XVII

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—¡No pienso moverme de acá! —abrí los ojos justo cuando escuché ese bramido.

Me había quedado dormida en el sofá mientras ordenaba el equipaje.
Estaba con exceso de cansancio físico y mental, con dos días sin poder dormir, y cuando al fin lo conseguía, alguien estaba atrás de la puerta.

El teléfono tampoco había parado de sonar, podía imaginar quién era el responsable de tantas las llamadas.

—Boluda, ¿Por qué no atendés el celu? 

—Buen día, Juani, pasa.

—Llevaba más de diez minutos tocando el timbre.

—Lo siento, pero estaba descansando... y por lo que veo es demasiado pronto para una visita —observé el reloj de mi muñeca que marcaba cuatro con quince de la mañana. —¿En qué puedo ayudarte?

—Sé que es re temprano, pero, ¿Cómo estás?

Pregunta difícil.

—No en mi mejor momento.

—Y si no hacés nada menos lo será, se les acaba de tiempo —dijo tomando asiento. —Recién me entero de todo lo que pasó y quiero decirte que conozco a Pipe desde hace un par de años y es uno de los seres más buenos que existen en el planeta, también sé que en breve tenés que irte al aeropuerto y...

—Espera, ¿Cómo sabes eso? —interrumpí.

Nadie estaba al tanto del horario de salida del avión, o al menos eso pensé.
Algunas veces Juani parecía super misterioso.

—Da igual, no es lo importante —soltó una risa. —El punto es que deberías darte una oportunidad para oír sus razones, así resuelven y todos felices.

Ojalá fuera tan simple.

—¿Él pidió que intentaras convencerme?

Una parte de mí deseaba escuchar un sí.

—¡No! Esto es cosa mía, Pipe no tiene nada que ver en esto, ni siquiera sabe que vine.

—Entiendo.

—Pero vos decíme cuál es tu versión.

—Pasa que tomamos en serio lo de vivir al límite, todo entre nosotros sucedió rápido e inesperado, pero las vacaciones terminaron y creo que nuestra historia también, supongo que llegó la hora de volver al mundo real y aceptarlo, me mintió y ya es tarde.

—No creo que sea tarde.

—¿Sabes cómo está Felipe?

—Mal, ayer quedamos en juntarnos en un boliche y nunca llegó, fue ahí donde imaginé que algo andaba mal y fui hasta su casa.

Asentí, probablemente yo era la culpable de su bajo estado de ánimo, no podía sentirme peor.

—No podés negar que te importa.

No podía regresar a casa sin verlo una vez más, pero, ¿A Felipe le gustaría verme?

—Obvio que me importa, pero, ¿Crees que quiera hablar conmigo?

—Ni lo dudes, de eso estoy seguro.

—Tal vez.

—No pueden terminar así —cotinuó —Todo se le juntó al pibe, entre la relación y el estreno de la película que nos tiene tensos a todos.

Siempre apoyo mis decisiones e ideas, ¿Por qué no hacer lo mismo?

—Juani, ya sé lo que tengo que hacer —dije al mismo tiempo que buscaba los tenis. —Eres un genio.

THE ACTOR | Felipe OtañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora