Capítulo XII

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En la biblioteca mientras rellenaba formularios y ordenaba el agotador papeleo para volver a la universidad el curso próximo una silueta se posicionó frente a mí, cubriendo la entrada de luz.

—Victoria, hola —dijo con una gran sonrisa.

Era Logan, mi ex novio.

—Hola.

—¿Qué tal? Que bueno volver a verte —susurró, recordando que estábamos en una biblioteca.

Asentí, ¿Realmente era bueno verme?

—¿Tiene dueño ese lugar? —preguntó señalando la silla vacía que tenía enfrente.

—No, no.

Tomó asiento sin decir más y aunque yo tenía que seguir con mis asuntos, había perdido la concentración por completo, su presencia me hacía perderla.

Para bien o para mal.

—¿Necesitas ayuda? —habían pasado no sé cuantos minutos cuando él volvió hablar.

—No, todo está bien.

—¿Entonces por qué llevas mucho tiempo sin escribir?

—Quizá un poco de ayuda no vendría mal —admití.

—Déjame ver qué puedo hacer por ti —dijo tomando la hoja de papel y el bolígrafo.

Hasta este punto cien dudas estaban causando un lío en mi cabeza.

¿Por qué volvió? 
¿Por qué tuvimos que coincidir? 
¿Por qué decidió acercarse a mí y no darse media vuelta e irse?
¿Y por qué justo ahora me estaba ayudando, como si fuéramos amigos?

Ambos estábamos actuando demasiado normal que asustaba.

—Supe que tomaste un año para descansar, pero que bueno que ahora vas a retomar la arquitectura.

No hubo tiempo de contarle mis planes porque perdimos comunicación, o mejor dicho, eliminé cualquier forma de contacto, aún así no era extraño que estuviera al tanto de mi vida porque aún teníamos amigos en común y era fácil preguntar por mí.

En cambio, yo nunca pregunté por él, aunque moría por saber qué hacía o si me extrañaba por lo menos un poco y es que en el pasado necesitaba de la mínima señal para mantener viva la esperanza de que algún día regresaría.

Vivía atormentada y perdida en esa tortura emocional y poco amor propio... Por suerte ya estaba superado, me sentía como una persona nueva y ahora podía ver las cosas con mayor claridad.

—Es lo que debía hacer, no es nada importante.

—Sí que es importante, me hace sentir orgulloso porque sé lo mucho que te esforzadas con las clases y seguramente seguirá siendo igual.

—Espero que sí —susurré —Gracias por confiar.

Supongo.

—Estás distinta... Quiero decir, sigues igual de linda pero hay algo más.

¿Qué responder a eso?

—¿Qué hay de ti? —elegí cambiar el tema.

—Estoy a un mes de graduarme —sonrió, orgulloso de sus palabras.

—Felicidades, debes estar muy feliz.

—Lo estoy —dijo entregando la hoja —Y esto ya está listo.

—Gracias otra vez.

—Fue muy simple, nada de otro mundo.

—Claro.

THE ACTOR | Felipe Otaño Donde viven las historias. Descúbrelo ahora