Capítulo IV

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Habían pasado dos semanas en donde Felipe y yo salíamos todos los días, hice de todo para tener esos días libres, dejé asuntos importantes para después y él hizo lo mismo.

En ocasiones pensaba que era una locura, pero era una forma de mostrar cuánto me importaba.

Hoy antes de vernos por la tarde, decidí pasar un momento conmigo misma en la playa.
Frente al mar intentaba pensar en algo más que no fuera Felipe, pero era inevitable.

La personalidad del Argentino me contagiaba de felicidad cada día más y más, juro que nadie me había hecho reír tanto como él.

Deseaba ser una mejor persona como él, para no cometer los mismos errores del pasado.

El reloj de pulsera indicaba las cinco de la tarde cuando tomé las flip-flops y mi bolso, para caminar hacia la cafetería.

—¿Cómo estás, Oli? —dije llegando a la barra.

—Hola, Victoria —saludó de vuelta. —Ya te traigo el té.

—Gracias.

Tomé asiento en un lugar vacío y contesté algunos mensajes mientras esperaba mi bebida.

—Hace un rato estuvo aquí el chico con el que estuviste la otra vez, el del acento... —dijo colocando el vaso sobre la mesa.

—¿Felipe?

—Sí.

—¿Y qué hay de él?

—Ha venido aquí un par de veces, pero no permanece mucho tiempo, es muy solitario.

—¿Por qué piensas eso?

—Es demasiado obvio, Victoria, el chico es extranjero y es guapo —dijo tomando lugar frente a mí. —Fácilmente podría estar rodeado de personas, pero si no lo está, seguro es porque prefiere estar contigo.

Sus palabras tenían mucho sentido.

—Puede ser.

—Pobre, debe ser difícil adaptarse, pero tú como su amiga deberías ayudarle con eso.

—Decime, ¿Alguna vez te han roto el corazón? —preguntó Felipe antes de comenzar a comer helado

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—Decime, ¿Alguna vez te han roto el corazón? —preguntó Felipe antes de comenzar a comer helado.

Me hizo recordar a mi último ex novio con el que después de tres meses de relación, todo terminó. Estábamos juntos cuando yo tenía diecinueve años, estaba segura de que él era el amor de mi vida y que algún día tendríamos una familia, pero él no pensaba igual. Además no contábamos con la magnitud ni la rapidez con la que llevamos las cosas.

Mal momento para hablar de eso, pensé.

—Un par de veces —respondí sin más. —Pero creo que todo lo malo que pasa, nos ayuda a crecer. 

Felipe asintió, respetaba que no quisiera dar más detalles.

—¿Y a tí? —regresé la pregunta, sinceramente moría por saber que pasaba en su vida amorosa.

—No, todavía no —dijo y yo di por terminado el tema. —Aún no he tenido la fortuna.

—¿Por qué serías afortunado de tener el corazón roto?

—Porque tener el corazón así significa que alguna vez vivió con intensidad y que estuvo lleno de amor.

[...]

—¿Sabes? Conozco un club nocturno, tal vez te podría interesar ir.

—Suena bien, ¿Vamos juntos?

—No. —dije, haciendo que se detuviera en seco. —Felipe, escúchame, si tu estancia acá va a ser larga, necesitas conocer a más personas con tu misma edad, con gustos en común...

—¿Por qué me decís esto? —dijo en tono de voz bajo.

—Porque estás solo —era horrible decirlo mirándolo a los ojos.

—Te tengo a vos.

—Lo sé, pero no es bueno engancharse de una sola persona.

Sus ojos parecían tristes pero era imposible no mirarlos, estaba odiando este momento.

—Seguro te cansaste de mí y querés tenerme lejos.

—Esa no es mi intención, Felipe — suspiré —Pero tal vez me equivoqué en decirte esto.

No respondió.

Olvidé por un momento que ya era un adulto y no necesitaba que tomara decisiones por él.

El ambiente dejó de sentirse bien y quería irme a casa.
 
—Por si cambias de opinión, toma —le entregué una nota con la dirección del club. —Debe haber muchas chicas lindas interesadas en ti, date una oportunidad.

En un impulso se acercó tanto a mí para entrelazar las manos y besarme.

Un beso que apenas y duró unas milésimas de segundo, pero en el que pude sentir lo cálida que era su piel y el sabor dulce que tenían sus labios.

Al separarnos y verlo directamente, me mostró una tierna sonrisa y unos ojos brillantes, era tan transparente.

Probablemente estaba nervioso por mi reacción, pero intenté darle seguridad al no soltar su mano.

—Quizá tenés razón, tengo que hacer amigos, pero por favor no me pidas conocer a otra chica, no estoy interesado en nadie más.

Joder, Felipe parecía tener las palabras correctas siempre.

Joder, Felipe parecía tener las palabras correctas siempre

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THE ACTOR | Felipe Otaño Where stories live. Discover now