Capítulo VIII

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Llegó el esperado viernes, que era mi día para celebrar.

Todos los invitados de mi alrededor cantaban el típico cumpleaños feliz antes de que pidiera un deseo y apagara las velas.

Aunque aún faltaban metas por cumplir en mi vida, tenía la sensación de estar en donde siempre había querido, rodeada de personas que amaba verdaderamente.

Estaba en un punto de estabilidad.

Layla fue la primera en correr y darme un abrazo confortable, después siguió Joseph, que eran mis mejores amigos.

Tenerlos cerca después de muchos meses lejos, me hacía muy feliz, aunque hablamos poco porque hay mucha música y más alcohol.

—Feliz vida, Vic.

—Gracias, los extrañé, chicos.

—Nosotros a ti.

Más tarde nos pondríamos al día.

Después de ese emotivo momento comenzó la fiesta, las rondas de shots y el DJ que hacía increíbles mezclas con el setlist.

Antes de que mis sentidos estallaran, saqué muchas fotografías instantáneas  para después mostrarle a Felipe un poco de lo que fue.

Dos horas después me sentía al borde de la locura, en mi vida había consumido tanto alcohol, no tenía la certeza de saber si iba a despertar a la mañana siguiente, pero esa no era buena excusa para no disfrutar al máximo de esa gran noche, mi noche.

Lo último que recuerdo antes de perder la noción fue cuando llegamos de madrugada a donde seguiría el after.

[...]

N

o supe de que manera había llegado a mi cama, los recuerdos no eran lo suficientemente claros.
Lo importante es que ahora estaba segura y descansando en casa.

Era imposible seguir ignorando los golpes de la puerta, cuando mi madre llevaba más de cinco minutos ahí.

Salí de la cama no sin antes darme un vistazo en el espejo sólo para confirmar lo destruída que estaba, aunque fue inevitable no sonreír por los recuerdos.

Repetiría la fiesta miles de veces si tan sólo la resaca no existiera.

—Buen día —saludé al abrir la puerta.

—Son más de la una de la tarde —dijo dejando sobre mis manos un vaso con zumo de naranja y una píldora para el dolor de cabeza —Toma esto.

—No es necesario, estoy bien.

—No quiero oír ninguna excusa, con eso te sentirás mejor y después me lo agradeces.

—Gracias.

Estaba segura que por la mirada que mantenía sobre mí me estaba juzgando, pero no era capaz de decir nada al respecto.

El post-cumpleaños me ayudó.

—Tienes una visita, hace un rato que llegó —dijo tomando asiento sobre la cama —Es agradable el chico... Me contó que es de Argentina.

Felipe!

Tenía que ser una broma.

No podía creerlo.

Su llegada estaba para mañana.

Pero las cosas habían cambiado, Felipe estaba en casa y había conocido a mi madre.

—¿En serio está aquí? —pregunté en un tono bajo.

—Victoria sé que eres adulta y no debo meterme en tu vida, pero, ¿Cuándo pensabas contarme sobre tu novio? Pensé que entre nosotras había confianza.

THE ACTOR | Felipe Otaño Where stories live. Discover now