Cᴜᴀᴛʀᴏ |𝟎𝟒|

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Suspiré y mi hermano me miro.

–Tranquila, es mi mejor amigo, no es desconocido de por ahí–dijo esperando a que Enzo nos abra la puerta de su departamento.

Luego de esperar unos segundos que se me hicieron eternos, la puerta se abrió. Pero no era quien debía estar.

–¡Mati!–sonrio una señora abrazando a mi hermano. Las canas de la viejita se apoderaban de su pelo y las arrugas de su cara, se veía muy tierna.

–Tú debes ser Josefina–dijo la señora volteando su vista hacia mi–Soy Ruby, la madre de Enzo, un gusto querida.

Nos dejo pasar y allí estaba Enzo, sentado junto a un señor que parecía ser el padre, quien saludó energéticamente.

Ruby se sentó del otro lado de Enzo, mientras Matias y yo nos sentábamos en el sofá de al frente.

–¿A que te dedicas querida?–preguntó la señora.

–Estoy estudiando maquillaje artístico–respondí amable.

–¿Te gusta cocinar?–pregunto el señor.

–No se me da bien la cocina–me limite a responder. No quería que la primera impresión les parezca una inútil. Mi hermano se aguantaba la risa.

–¿Y cuantos años tienes?–preguntó la señora.

–17–respondi y ella parecía sorprendida.

–Tiene 17, pero la semana que viene cumple 18–completo mi hermano.

Pude notar cómo a Enzo se le tensaba la mandíbula y apretaba los puños.

–Bueno, esto no es un interrogatorio, ellos ya se iban–dijo el morocho parándose del sillón. Hasta con los padres hablaba de esa manera tan fria.

Que viejo aburrido.


–Y...por ahí esta el baño–dijo Enzo señalando una puerta. Una vez que nos quedábamos solos y despedirme de mi hermano, comenzó a mostrarme su casa.

–¿Y mi cuarto?–pregunté.

–Por aquí, sígueme–dijo así sin más y comenzó a subir una de las dos escaleras que había para subir hacia la planta de arriba.

–Ese es el cuarto de invitados, donde te quedaras tú–señalo la puerta de al frente, que prometía que al abrirla seria un lujo–Y por allí esta la mía–señalo la puerta de al lado del cuarto mencionado anteriormente–Igualmente, lo digo solo por el hecho de que no te metas a husmear.

–¿Y si necesito ayuda en algo?–pregunté.

–Soluciónalo sola–respondió. Ese tono amargo que usaba, hacia que me joda automáticamente.

–Wow, que gentil y amable–respondí con ironía. Enzo se puso en frente mío y por más que parezca imposible, su expresión cambio a una más seria.

–En esta casa no hay chistes, ni mucho menos sarcasmo, ¿Eh?–dijo mirándome directamente a los ojos.

–Algo no me quedo claro, ¿Tienes 30 o 60?–hice un gesto cómo si estuviera pensando. Enzo de mordió el labio inferior con molestia, se dio media vuelta y se fue.

Viejo gruñón.

La noche había llegado, el sueño de apoderaba de mi y el hambre estaba provocándome dolor de panza.

𝐎 𝐋 𝐃 𝐄 𝐑 || 𝖤𝗇𝗓𝗈 𝖵𝗈𝗀𝗋𝗂𝗇𝖼𝗂𝖼Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ