Cɪɴᴄᴏ |𝟎𝟓|

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–¡ME DEJARAS DORMIR AL AMANECEEEER!– cantaba Emma.

–¡ENTRE TUS PIERNAS!–cante yo.

Hacíamos competencia de quien de las dos desafinaba más.

–¡SABRAS OCULTARME BIEN Y DESAPARECEEEER!–cantamos al unísono entre risas.

"En la ciudad de la furia" sonaba muy fuerte, y con suerte escuchamos el bocinazo que acababa de sonar.

No le dimos importancia, Emma dijo "seguro es del vecino" y seguimos con el karaoke.

Unos segundos más tarde, el papa de la rubia abrió la puerta.

–Te están buscando–dijo mirándome, luego volvió a cerrar la puerta.

¿Eh? ¿A mí?

Antes de que pudiera ver quien era, vi a la hermana mayor y a la menor de Emma que estaban pálidas, segundos más tarde la menor fue a buscar una libreta con una lapicera mientras la mayor sacaba su celular para una foto. Y cómo si no fuera suficiente, su olor se adueño mis fosas nasales.

Algo que amaba de Enzo era eso. Él escogía perfectamente su olor. Y le pegaba tan bien que lo hacía atractivo.

No hay droga más fuerte que el perfume de hombre. Con el de Enzo me pasaba eso; me hacia olvidar lo gruñón que era y me hacían dar ganas de colgarme a su cuello y aspirar su aroma todo el día.

Enzo olía a HOMBRE, hecho y derecho.

–¿Que haces aquí?–pregunte cruzándome de brazos, fingiendo que no me asustaba que sabia que estaba aquí.

–Al auto–dijo serio.

–Pfff, flasheaste–respondí.

–Josefina, al auto–repitió poniéndose firme.

–Yo no me voy a ningún lado–respondí. Veía por el rabillo del ojo cómo la familia de Emma (Y Emma) seguían esta pequeña pelea con la mirada, sus ojos se movían según quien hablaba.

–Josefina, no lo voy a rep... –interrumpí su orden.

–Enzo, no me me voy a mover de acá–me di media vuelta, preparada para volver al cuarto de mi amiga y dando por finalizada esta charla. Pero antes de que pueda avanzar un paso más, Enzo me agarro de la cintura para darme vuelta y cargarme en su hombro.

Toda la familia miraba cómo estaba siendo humillada.

Mientras me llevaba al auto, yo le pegaba codazos en la espalda, pidiéndole (gritándole) que me baje. Pero claramente no me hizo caso.

Me subió al auto en el asiento del acompañante y él se subió del lado del conductor. Desde un botón trabo todas las puertas, y cuando quise tocarlo para destrabarlas en un momento rápido, sus reflejos fueron más rápidos y consiguió tapar el botón con su mano.

–Te odio–dije, recibiendo silencio cómo respuesta.

Me cruce de brazos y mire para la ventanilla.

–Tu hermano te dejo en mis manos. Si algo te pasa , Matias no será capaz de perdonarme–soltó de la nada.

–¿No te cansas de ser así?

–¿Así cómo?

–Así de aburrido.

–No me canso porque solo lo hago con una persona–respondió con simpleza.

–¿Qué? ¿Qué culpa tengo yo?–pregunte indignada, volviendo a mirarlo.

Voy a admitir que tiene un perfil hermoso, parece tallado a mano.

𝐎 𝐋 𝐃 𝐄 𝐑 || 𝖤𝗇𝗓𝗈 𝖵𝗈𝗀𝗋𝗂𝗇𝖼𝗂𝖼Donde viven las historias. Descúbrelo ahora