Vᴇɪɴᴛᴇ |𝟐𝟎|

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⎯⎯ ୨ Perspectiva de Jose ୧ ⎯⎯

Abrí las puertas de la casa de Enzo. Por alguna razón tenia una sensación de melancolía.

Todas las luces estaban apagadas, eso quería decir que Enzo no estaba.

Mire hacia abajo, y ahí estaba Numita, acostada panza para arriba, esperando mis caricias.

Eran las siete de la tarde y Enzo no estaba. Otra vez.

Camine hacia mi cuarto, arrastrando los pies. Cuando llegue a mi cama y me acoste rendida, recordé a los paparazzis en la cafetería, o a la gente que me sacaba fotos "disimuladamente".

Abrí mi celular, entre a Tiktok y encontré clips graciosos del Stream que hicimos con Juani. Eso me saco de mis pensamientos un rato, haciéndome reír.

La sed me ataco, sentía la garganta seca así que baje a buscar un vaso de agua.

Una vez que estaba medianamente cerca de la cocina, de espaldas a la puerta principal, escuche como esta se abría.

Él había llegado.

Mis pasos se aceleraron pero Enzo tomo la palabra.

–¡Jose!–escuche como cerraba la puerta–¡Josefina!–sus pasos cerca se convirtieron en su mano atrapando mi brazo, deteniendo mis pasos–Josefina escuch...–lo interrumpí.

–No quiero hablar ahora, lue...–esta vez fue él quien me interrumpió.

–Solo acompáñame. Déjame darte explicaciones.

Ahí entendí todo: Enzo sabia porque estaba con pocos ánimos.

–E-Enzo, no tenes que explicarme nada, no somos nada y vos podes salir con la que quieras–defendí aquella noche. Por más de que me había dolido, también era consciente de que no podía reclamarle nada.

–Jose, a vos te quiero–con esas palabras sentí las mariposas de mi estomago revivir. Luego de un silencio en el que solo abrí la boca atónita, volvió a hablar–Déjame mostrarte algo

Le creía si me decía que la luna era de queso.

Sin esperar mis respuestas, me tomo de la mano y me dirigió hacia afuera.

Me abrió la puerta de su coche, donde yo entre y segundos después él hizo lo mismo.

En todo el viaje, era imposible dejar mi pierna izquierda quieta, se movía frenéticamente de abajo arriba. Enzo noto esto y puso una de sus manos en mi pierna inquieta.

No sabia como reaccionar a su tacto, no sabia si sacarlo y decirle "No me toques, culoroto" o suplicarle para que nunca se aleje.

–No mires, eh–dijo con su boca cerca de mis oídos, y no me pregunten como, pero en la manera que me lo dijo pude darme cuenta que estaba sonriendo. Sus manos estaban tapando mis ojos, cuidando de que no pueda ver nada.

Mientras tanto, yo tenia los brazos extendidos por miedo a chocarme con algo, y mis pasos eran lentos e inseguros. Aguantándome la incomodidad de la arena metiéndose en mis zapatillas.

𝐎 𝐋 𝐃 𝐄 𝐑 || 𝖤𝗇𝗓𝗈 𝖵𝗈𝗀𝗋𝗂𝗇𝖼𝗂𝖼Where stories live. Discover now