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Chiara ni siquiera notó la vibración en el aire que indicaba que había alguien más en su casa; estaba tan cansada tras el rastreo de un grupo clandestino de licántropos, que ni siquiera se inmutó en sueños. Simplemente se giró enredada en el edredón, totalmente inconsciente.

Habían sido unas largas y duras diez horas para poder dar por finalizada la misión; todo había salido bien, cero heridos, y otro caso resuelto para los dos brujos.

Todo era paz y calma en sus sueños como para preguntarse quién estaba en su apartamento en el centro de Barcelona. Sin embargo, el profundo sueño le duró tan solo un minuto más, el mismo tiempo en el que Ruslana atravesó toda la estancia y le arrebató el edredón de encima:

–¡KIKI, TENEMO...!–gritó para despertarla, pero acto seguido se calló y entrecerró los ojos ante lo que estaba viendo–. Siempre se me olvida que duermes desnuda, tía.

–Mmh, Rus...

–Tapete o vístete o...–ordenó–. Bueno, da igual.

Tenían la suficiente confianza como para que a ninguna de las dos les importase eso.

–Siempre... quieres verme naked o qué.

Su voz adormilada lo decía todo, sentía la boca pastosa, seca, y el cuerpo pesado. Chiara con los ojos cerrados fue palpando por la cama de matrimonio buscando de nuevo el edredón con el que taparse hasta la barbilla.

La presencia de su amiga era solo pura molestia.

GO AWAY.

–No, no. Nada de dormir. Tienes que venir conmigo.

–No, no tengo.

Fue el momento en el que Chiara se incorporó en la cama y miró fijamente a la pelirroja tatuada. No recordaba que tuviera que hacer nada aquel sábado; de hecho era uno de los pocos fines de semana que se encontraba con la agenda despejada y su único plan en mente era descansar...

Segundos más tarde, aquella mujer que tenía delante, totalmente vestida de negro, le tendió un papel enrollado. Al instante, reconoció el sello de la junta de brujos. Chiara se relamió los labios, aun secos, mientras recorría con los ojos las palabras más importantes de aquel papel; las estaban convocando a ella y a Ruslana en un hospital de Madrid.

Un hospital de seres no-mágicos.

–Yo no suelo hacer este tipo de misiones–comentó soltando el documento encima de su cama, sin dejar de mirar a Ruslana en ningún momento.

Chiara rastreaba y siempre andaba metida en temas más movidos y de acción... Pero, lo que era el trabajo más de investigación, o más detectivescos, lo llevaban otros. Como era el caso de Ruslana.

–Pues hoy sí. Y llegamos tarde–chasqueó los dedos con prisa–. Tic tac, tic tac.

La mente de la inglesa intentó pensar cuál era el motivo. Qué razón podía haber detrás de todo aquello para que tuviera que ir ella a aquella misión, o investigación, o lo que fuese -ya que el documento no decía nada más-. Fuera lo que fuese, era muy extraño y Ruslana tampoco soltaba prenda.

También era cierto, que normalmente la junta daba algo de descanso a los brujos de más rango y ella... Bueno, lo era.

Minutos más tarde, con los primeros tejanos que encontró y una sudadera que estaba tirada por el suelo; ambas brujas aparecieron en la puerta del hospital de la capital.

Dos veces en Madrid en tan poco tiempo.

Una sensación extraña le recorrió el cuerpo y no le abandonó.

I put a spell on youWhere stories live. Discover now