13.

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Tres días faltaban para el juicio.

Solo tres días.

Chiara se paseaba por el dúplex de Violeta, dando de vez en cuando pequeños saltos, subiéndose encima del sofá -sin zapatos- mientras repasaba una y otra vez todos los argumentos, y se imaginaba escenarios en los que poder debatir con aquel discurso... De vez en cuando, salía corriendo hacia la cocina para coger el bolígrafo y hacer un par de anotaciones en el borde de las páginas. De vez en cuando, salía corriendo hacia el tocadiscos porque se había acordado de una canción en concreto y su cuerpo necesitaba escucharla.

Y si tuviera más espacio hubiera hecho alguna que otra voltereta.

En uno de esos momentos en los que se encontraba en la cocina, pensando en la locura que iba a hacer el día del juicio; había decidido ir con todo o nada. Go big or go home.

Recogió todos los papeles de la recolección de firmas y los guardó en una carpeta con una pequeña sonrisa en el rostro; ¿aquello se podría considerar inmolarse a ella misma delante de la junta de brujos? Había creado hasta pactos que si salían bien, podría dejar bien claro cuales eran sus intenciones en el futuro... como directora.

¿De verdad voy a hacerlo?

–Kiki...

Ni siquiera se había dado cuenta de la presencia de Violeta en la cocina, cuando notó que le abrazaba por la espalda y apoyaba totalmente su cabeza contra su hombro. Había estado tan concentrada en el discurso y en el juicio, que ni siquiera había pensado en la hora que era...

–Vivi...–imitó, dejándose abrazar incluso reclinó su cabeza hacia atrás para estar más a gusto.

Las manos de Chiara fueron a las de Violeta para impedir que se moviera del sitio.

–Deja ya de estudiar, anda.

Chiara iba a replicar; de hecho, tenía la contestación en la punta de la lengua, cuando de repente notó los labios de Violeta posarse con delicadeza en su mejilla, aguantando la posición.

En los últimos días el contacto físico entre ellas había subido un escalón más; ya era más que una necesidad física, ya era una rutina entre ellas. Todos aquellos pequeños besos en las mejillas, alguno que otro muy cerca de la comisura, entrelazar los dedos y jugar con sus anillos como forma de entretenimiento.

El sentir a la otra tan cerca para saber que no se iba a ir a ningún otro lado.

–¿Ya has acabado de estudiar el texto?

–Sí–dijo Violeta con voz de niña pequeña–. Me gustaba más el diálogo anterior que este, pero bueno..., no soy yo quien decide estas cosas.

Chiara soltó los papeles, dejándolos en la encimera de la cocina, y miró por encima del hombro para quedar a pocos centímetros de su rostro.

–¿Y qué te apetece hacer?

Ya no había réplica alguna, iba a hacer lo que Violeta quisiera hacer.

–Me apetece salir–sonrió apretando aún más a Chiara contra su cuerpo–. Me apetece salir a cenar y luego a bailar contigo.

–¿Te apetece ir de fiesta?

–¡Sí! ¡Esta noche carricoche!

–¿Carricoche? ¿Qué es eso?

Chiara se giró entre sus brazos, apoyando la cadera contra el mármol, mirándola con una cara de incredulidad que solo hizo que Violeta soltara la carcajada más genuina y bonita que la menorquina había escuchado nunca. Aun incrédula, pero con una sonrisa en el rostro solo porque había hecho reír a Violeta, se dejó llevar por las escaleras que daban a la planta superior del dúplex:

I put a spell on youWo Geschichten leben. Entdecke jetzt