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Hacía unas horas que habían cenado y algún que otro cóctel había caído entre ellas en aquella Nochevieja en Bali; las sonrisas, los delicados gestos, las miradas de complicidad no faltaban entre Violeta y Chiara. Las palabras susurradas entre todos aquellos huéspedes del hotel, en el hall principal dónde habían participado en aquella fiesta privada.

Ambas iban vestidas de blanco, como les había indicado el personal que era el dress code, cada una con un vestido totalmente diferente. El de Violeta se aferraba a todas sus curvas, era corto y con transparencias con pequeñas flores bordadas en la parte de la falda; el de Chiara era volátil y ligero, era largo hasta los tobillos y con un escote sin mangas.

En el momento en el que les sirvieron una copa de champagne, supieron que estaba llegando el momento de la medianoche y del cambio de año. Todos los huéspedes, junto con Violeta y Chiara, fueron guiados hasta la playa por un sendero de pétalos de flores hasta que les indicaron que podían sentarse, que en cuestión de minutos empezaría el espectáculo de fuegos artificiales.

Un espectáculo que enmarcaría los últimos 15 minutos del año y el principio del siguiente.

Chiara se sentó primero abandonando las copas de champagne en un lado de la arena, subiéndose el vestido para abrir sus piernas e indicando que Violeta debía sentarse entre ellas. La granadina sonrió en silencio y no se negó; una vez en aquella posición, la menorquina la abrazó por la espalda apoyando la cabeza en su hombro, dejando un ligero beso en el cuello:

I love you...–susurró la inglesa.

Violeta giró levemente el rostro, sin romper con aquella posición y bajó una de sus manos entrelazando sus dedos con Chiara.

–Es la primera vez que me lo dices...

Chiara la miró con aquellos profundos ojos verdes.

–¿Pero lo sabías, no?

–Es diferente, saberlo que escucharlo–le susurró a pocos centímetros de sus labios–. Sé que estamos destinadas a estar juntas, que he encontrado en ti a mi alma gemela, aunque sea difícil a veces... Sé que tengo muchos sentimientos y algunos de ellos se contradicen... No quiero hacerte daño, quiero estar contigo y sentirme bien, pero a veces se mezcla todo. Y tengo voces en mi cabeza que me dicen que no debo estar contigo, aunque quiera, aunque lo necesite... porque odio sentirme así.

Violeta se frotó la sien con su mano libre, con frustración y dolor.

–Es el hechizo.

Besó su mejilla con cuidado, casi queriendo dar por finalizada la conversación, pero Violeta no pensó igual.

–A veces creo que no es solo el hechizo, Kiki. Quiero estar contigo, lo necesito. Lo quiero...

Violeta abrió la boca para añadir algo más, pero la cerró ante el primer estallido de luz en el cielo; se giró de cara para ver el primer efecto pirotécnico en forma de palmera, que vino seguido de muchos otros. Sin embargo, tan solo estuvo pendiente unos treinta segundos, porque rápidamente, agarró la copa de champagne de la arena y se la tragó de golpe ante la mirada de sorpresa de Chiara. Un segundo más tarde, se puso de pie escuchando las voces de protesta de la gente que tenían detrás de ellas, también sentadas en la arena.

–Vivi...

–Vamos a la habitación, darling.

–Pero... ¿los fuegos...?

–Créeme, no te vas a arrepentir.

Era la granadina la que tiraba de su mano llevándola de vuelta a la habitación del hotel y solo cuando la puerta de esta se abrió, Violeta se abalanzó sobre sus labios con intensidad, haciendo que Chiara se golpeara con su espalda contra la pared más cercana sintiendo las manos de la pelirroja en su cabello. Un segundo más tarde se separó de ella, buscando en sus ojos miedo o arrepentimiento como otras veces. Chiara buscó algo en aquellos ojos, pero todo lo que pudo ver fue fuego, con las pupilas dilatadas y las mejillas sonrojadas.

I put a spell on youМесто, где живут истории. Откройте их для себя